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domingo, 31 de agosto de 2025

La casa de té de la luna de agosto (1956)


Esta película tiene un gran escollo nada más empezar. Si lo superan, podrán disfrutar de una comedia con ingeniosas réplicas y gags afables y divertidos.

El escollo es Marlon Brando haciendo de nativo de Okinawa. 
Un ejemplo claro de whitewashing. Esa manía comercial de Hollywood de contratar a actores blancos para personajes que no lo son. Y "disfrazarlos".

Marlon Brando y Glenn Ford

Que Marlon Brando iba a atraer a más espectadores al cine que cualquier actor japonés, es evidente.
Y que Marlon Brando, cuando está motivado y aquí lo está como en sus mejores papeles, es un actor tremendo... Eso ni se discute.

Así que demos por superado el escollo, sin fingir que no existió, y disfrutemos de la comedia.
La abuela, la hija, los niños y la cabra. Todos al jeep.

La casa de té de la luna de agosto es el resultado de esa labor de Hollywood de "embellecer" las relaciones entre Estados Unidos y Japón. 
Tras los bombardeos y la ocupación americana, a Estados Unidos le convenía congraciarse con Japón y que los espectadores olvidaran, de pronto, toda la propaganda antinipona existente (a veces surgida del propio Hollywood).

Durante los años 50, Hollywood realizó producciones donde Japón y sus ciudadanos eran presentados como gente afable. Algo pueblerinos y atrasados, pero buenos "aliados", nobles y simpáticos.
Ya hablé de este fenómeno en El bárbaro y la geisha (1958).

Superado el escollo y explicado el contexto, vayamos a disfrutar....


Marlon Brando es Sakini, un oriundo de Okinawa, que ejerce de intérprete de idioma y costumbres para los oficiales de Estados Unidos establecidos en la isla.
Sakini rompe enseguida la cuarta pared y nos habla directamente, contando de forma irónica, la vida que le ocupa. Y como la gente de Okinawa acostumbrados a las invasiones y a los sucesivos dominios, de chinos, de japoneses o de estadounidenses ahora, viven con relajada resignación las inclemencias que les provocan los ocupantes.

Un poco de aburrido contexto histórico.
Actualmente Okinawa es una prefectura de Japón. Aunque históricamente fue un reino independiente. El Reino de Ruyku. Con su idioma y su cultura propia. A partir de la anexión japonesa, ya en el siglo XIX, el japonés estándar fue imponiéndose como idioma. Al igual que la cultura japonesa fue arrinconando la originaria de Okinawa. 


El capitán Fisby (Glenn Ford) es enviado a la remota villa de Tobiki con la misión de instaurar la democracia (la buena, la de Estados Unidos) y construir una escuela (pentagonal). Y Sakini (Marlon Brando) le acompaña como intérprete.

A Fisby lo han estado enviando de un sitio a otro porque aunque el muchacho le echa ganas, esto de ser soldado no es lo suyo. Era profesor de Humanidades antes de la guerra. 
"Así que podrá ocuparse de los seres humanos" le dice su superior. En uno de los muchos gags verbales y réplicas ingeniosas que tiene el inicio del film

Ya en Tobiki (y llegar ya ha ido toda una epopeya cómica), un lugareño le endosa de regalo, una geisha, Flor de Loto. Interpretada por Machiko Kyo a todo color y en una vis cómica poco habitual.
Ahí viene Machiko Kyo
 
Machiko Kyo es el gran nombre del cine japonés de esta película. Famosa por sus papeles, mucho más serios, en La puerta del infierno (1953), La emperatriz Yang Kwei-fei (1955), Cuentos de la luna pálida (1953) y, sin lugar a dudas, por Rashomon (1950)...
Machiko Kyo "apareciendo" en Rashomon

Aquí Machiko Kyo están tan suelta y desatada que resulta fresca e ingeniosa. Y eso que su actuación es casi enteramente física. Pues, en la película, solo habla japonés. Y Fisby no la entiende.

El bonachón, pero ignorante, capitán Fisby cree que una geisha es una prostituta. A esa idea no ayuda que en su primera aparición, Flor de Loto se empeñe en colocarle un kimono a la fuerza.

Fisby, al final, imbuido ya del espíritu japonés, terminará vistiendo un albornoz por el pueblo como si fuera un kimono.

Con un geisha de alto nivel en la humilde villa de Tobiki es imperante la construcción de una casa de té. 
Para congraciarse con los lugareños, el capitán Fisby acepta usar los materiales traídos para edificar una escuela para la nueva casa de té.

No contento con los informes que le llegan, el oficial al mando, envía en oficial médico a Tobiki. Su misión es valorar el estado mental de Fisby. 

Pero el médico, un gran aficionado a la agricultura, encuentra en Tobiki todo lo necesario para desarrollar su pasión. Y se olvida de lo que venía a hacer.

De todos los productos manufacturados que exporta Tobiki, como souvenirs para los soldados de Estados Unidos, el único que triunfa es un coñac 8 estrellas tan potente que antes de comerciarlo lo debe probar la cabra.

Harto del caos reinante, el oficial al mando aparece en Tobiki para restaurar el buen orden democrático. Cuando todo ha sido destruido y Fisby y el médico arrestados, llega la salvación que, como buena comedia afable, provoca el happy end que siempre supimos que llegaría.
¿Un té imaginario?

Al igual que El bárbaro y la geisha venía a mostrarnos lo buenos y democráticos que eran los Estados Unidos, pero mostraba -nunca sabremos si "sin querer queriendo"- la cruda realidad del imperialismo yankee, aquí ocurre algo similar.
Está claro que el tono desenfadado y cómico de La casa de té de la luna de agosto, obliga a no tomarse nada en serio. Pero entre broma y risotada, los ¡zasca! al colonialismo (el yankee y a todos en general) no pasan inadvertidos al espectador atento.

Y aún con la etiqueta de comedia es interesante que el ejército (el ejército de los años 50) diera su sello de aprobación a un film donde los oficiales son ineptos, torpes, y en verdad -y eso todos los verbalizan- no quieren ni estar allí, ni ser soldados.

Si bien es cierto que el humor ingenioso del inicio se va desinflando, esto forma parte del proceso que vive el protagonista. Fisby es el americano del que reírse que va integrándose poco a poco hasta el punto -esa es la idea- que pasa a ser casi un lugareño más de la villa de Tobiki, en Okinawa.

Y al fin y al cabo todo lo que hemos visto no es otra cosa que una historia que Sakini (Marlon Brando) nos ha estado contando.


La casa de té de la luna de agosto (The Teahouse of the August Moon; 1956) dirigida por Daniel Mann.

Como diría el doblador al castellano del personaje de Marlon Brando: Senoras, camareros, vamo a leilnos.

domingo, 3 de agosto de 2025

Cartas desde Iwo Jima (2006)


Cuando Clint Eastwood se puso tras la cámara para explicarnos la batalla de Iwo Jima decidió hacerlo desde los dos bandos pero en dos películas separadas. El conflicto, desde el lado americano lo vemos en Banderas de nuestros padres y desde el lado japonés lo vemos en Cartas desde Iwo Jima. Aunque si bien Banderas de nuestros padres se centra más en las repercusiones que en la batalla en sí, estos dos puntos de vista deberían verse juntos, en un díptico sobre la terrible batalla por la isla de Iwo Jima.


Aunque Iwo Jima fue descubierta en el siglo XVI, la isla no fue habitada hasta el  año 1889. Iwo Jima está a más mil kilómetros de las principales islas del archipiélago japonés, aislada en el océano Pacífico.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en la Batalla del Pacifico, Iwo Jima sería la cabeza de puente desde la que Estados Unidos iba a atacar las islas importantes de Japón. El gobierno japonés, consciente de ello, decidió usarla para desgastar a las tropas invasoras.
Como bien muestra la película, en ningún momento Japón pretende derrotar a los Estados Unidos en Iwo Jima. Pese a los alegatos imperialistas de algunos oficiales, el objetivo militar en Iwo Jima era infringir el mayor daño posible a los invasores. 

Hay un secuencia que lo subraya de una forma especialmente cruda. Los oficiales  japoneses muestran fotografías de soldados-enfermeros del ejercito enemigo para que la tropa identifique sus uniformes. Y se insta a dispara a los médicos primero.

Otro ejemplo es la modificación de la estrategia aplicada. Al inicio del film, los soldados japoneses en Iwo Jima están cavando trincheras en las playas de la isla. Porque en la estrategia defensiva militar clásica, atrincherar las playas sirve para que el enemigo no pueda desembarcar. Con la llegada del general Kuribayashi  esta estrategia se modifica. 
Kuribayashipersonaje real interpretado por Ken Watanabe, decide excavar túneles y cuevas dentro de la isla. En especial en el monte Suribachi, el peñasco desde el cual se divisa la isla entera. El objetivo táctico del general Kuribayashi era dejar desembarcar a los soldados de Estados Unidos. Y cuando fueran adentrándose en la isla matar a cuantos más mejor (10 enemigos muertos por cada soldado japonés, arenga un oficial en un determinado momento).
Como cuenta la película, Kuribayashi había sido agregado militar en la embajada japonesa de Estados Unidos.
Y otro personaje real fue el barón Nishi, deportista hípico participante en los juegos olímpicos de Los Ángeles 1932, donde obtuvo medalla y Berlín 1936, donde según los rumores, se dejó vencer, para que ganase el colega alemán para regocijo de Hitler.

Pero el verdadero interés y nuestra empatía, va para con los soldados rasos.
Saigo, un joven panadero reclutado a la fuerza y que debe abandonar a su esposa embarazada. La escena del reclutamiento es bien dura, pero me impactó más la descripción de como el gobierno-militar le iba requisando cosas de la tienda por causa de la guerra. Primero el pan que iba a vender, luego el pan que iba a comer y al final, incluso el horno y los utensilios para prepararlo. 

Hacia la mitad de la película aparece otro soldado en que la narración se detiene. Es Shimizu, integrante del Kenpeitai. Algo así como la policía militar. Algunos soldados en Iwo Jima lo toman por un espía. Uno de esos fanáticos dispuestos a denunciar cualquier muestra de anti patriotismo. Shimizu nos cuenta, en alguno de los flashbacks con los que podemos salir un momento de la opresiva isla, cómo fue expulsado del Kenpeitai; por tener piedad con un perro que ladraba. 
En tiempos locos hay personas obligadas a hacer locuras.

Los soldados japoneses están convencidos que podrán detener a los invasores pese a su inferioridad numérica y tecnológica. Porque los americanos, así se los han descrito, son volubles y cobardes. Monstruos deshumanizados. 
Pero con la lectura de la carta de la madre de un soldado yankee preso, que les lee y traduce el barón Nishi, los soldados japoneses descubren la gran verdad de toda guerra. Que los soldados, a un lado y otro son iguales. Igual de valientes y de cobardes. Igual de humanos. Porque las guerras las emprenden los que nunca llegan a pelearlas y en ellas siempre mueren... los mismos.  

En Banderas de nuestros padres se exploran más las consecuencias que la batalla en sí. Y la triste verdad detrás de la icónica foto de los soldados izando la bandera de Estados Unidos en el monte Suribachi. 

Tres soldados son llevados en un tour espectáculo por todos los Estados Unidos con el único fin de recaudar fondos para pagar la guerra. Los tres HÉROES aclamados no son los verdaderos soldados de la bandera, pero, la icónica foto fue un símbolo para la victoria y ellos tres deben encarnar ese símbolo. Aunque todo no sea más que una farsa.


En el otro bando, la propaganda oficial japonesa también afectaba a los pobres soldados de Iwo Jima, cuyas cartas eran censuradas. Por ello muchas de esas cartas nunca fueron enviadas y se escondieron en la isla. Y de ahí toma el nombre la película Cartas desde Iwo Jima.



Cartas desde Iwo Jima (Letters From Iwo Jima; 2006) dirigida por Clint Eastwood.
Díptico bélico sobre la batalla de Iwo Jima, que muestra una verdad cristalina, que la guerra tiene mucho de supervivencia y poco de gallardía. Porque en el fondo TODOS los soldados de TODAS las guerras solo quieren una única cosa, y no es ganarla, sino poder volver, enteros, a su casa.

viernes, 1 de agosto de 2025

Midsommar (2019)

Antropólogos fumados a los que les asustan las tradiciones ancestrales


Unos universitarios fumetas van al festival del solsticio de verano. Planean una orgía de hierba y sexo. La novia de uno de ellos se les acopla y deben ser más comedidos. La muchacha está traumada porque su hermana y sus padres se suicidaron. 
Llegados al Midsommar pronto descubren que no todo es tan floral y hippie como imaginaban, pero para entonces ya no les dejan marchar.

Bienvenidis todis.

Mi corazón está en todo momento con las gentes del lugar. Una comunidad generosa y afable que colabora entre sí y que mantiene unas tradiciones ancestrales que les hacen bien a todos. Pero entonces llegan los "americanos" a cuestionar las cosas, a meterse dónde se les ha dicho que no entren y a escandalizarse por lo que no entienden: como ancianos saltando del acantilado.
Señor, no lo haga.

Lo más sorprendente es que los fumetas universitarios son, o aspiran a ser, antropólogos. Así que todo el viaje y la experiencia es como un estudio de campo. Una oportunidad única de observar una cultura desconocida. Pero cuando dan con algo que no encaja en sus esquemas, en lugar de estudiar el asunto sin juzgarlo de antemano, los fallidos antropólogos se horrorizan y quieren irse. 
¡Pues haber estudiado ingeniería!
Viendo al novio tóxico 

El novio tóxico logró lo que vino a buscar 

La protagonista, Dani (Florence Pugh), está en una relación tóxica. Pero no lo sabe o tiene demasiado miedo para reconocerlo. Cuando su familia se suicida, queda atrapada en esa relación, por aislamiento, hasta el punto de acoplarse a un viaje al que no iba a ser invitada. 
El novio la invita porque se siente culpable. O por cortesía, creyendo que dirá que no. Ella, que parece no tener a nadie más en el mundo, se enrola en ese viaje. Arruinado el tour de machotes en celo que iba a ser.
Hermana, date cuenta que tu novio es tonto

El ikebana en Suecia

El despliegue imaginativo de la película a niveles de luz y de color está a otro nivel. Las visiones de los personajes cuando están "fumados", de forma consciente o no, son muy poderosas. Todo ello suma a la riqueza visual del film.


Pero a nivel de intriga narrativa quizás vemos "la verdad" demasiado pronto. Cuando el antropólogo metomentodo decide ir a tomar unas fotos del libro sagrado, cuando se le ha dicho de manera clara que no lo haga, recibe su castigo. Quizás hubiese sido más interesante que simplemente hubiese "desaparecido". Como desaparecen los demás... 
Uno ya intuye que ahí ocurren cosas feas por detrás. Pero no mostrarlo hubiese podido jugar con la idea que, al final, todo fuese un simple malentendido. 
Y ese también hubiese sido un final interesante...


Midsommar
2019.
Dirigida por Ari Aster. 145 minutos

Folk Horror. Sectas. Vida rural. Suecia.

domingo, 6 de julio de 2025

El último samurái (2003)


Tom Cruise es un militar borrachín que estuvo con el General Custer en las masacres a los nativos americanos. Ahora malvive como atracción de feria para Winchester, para vender sus rifles.
Un día recibe una propuesta, económica, que no puede rechazar. Irse a Japón y contribuir a profesionalizar el ejército.
En la primera batalla entre el nuevo, uniformado, pero inexperto ejército y los rebeldes samuráis, su tropa es masacrada y él, capturado.
El líder rebelde, Katsumoto, intentará aprender del extranjero y Tom Cruise irá asimilando la cultura de sus captores hasta involucrarse y pelear con ellos en épicas batallas (perdidas de antemano contra el progreso) como el último de los samuráis.


Esta película podría ser un epicardo fanfic que junte, a modo de crossover, dos momentos históricos (y bélicos) reales: las batallas de los nacientes Estados Unidos contra los nativos, los indios. Y la guerra Boshin, entre los tradicionalistas partidarios del poder feudal del shogunato y los modernizadores restauradores del poder del Emperador.

Uno podría preguntarse qué droga se tomó el guionista aquí.
Pero el caso es que hubo personajes reales que cohabitaron en esos dos mundos.

Jules Brunet fue un militar francés que en 1867 fue enviado por Napoleón III en una delegación a Japón como asesor. Se imbuyó del espíritu de los tradicionalistas conservadores proclives al shogunato y llegó a combatir a su lado. Hasta que fueron derrotados y Brunet se volvió a Francia.

Y el personaje de Katsumoto (Ken Watanbe en la película) está inspirado en el samurái Saigo Takamori que, tras la guerra Boshin en la que combatió a favor de la Restauración, pasó a encabezar una guerrilla rebelde de samuráis descontentos con las pérdidas de su clase; en la llamada Rebelión de Satsuma.



Si por algo destaca El último samurái es por recrear el contexto histórico de la guerra Boshin. Veremos que Katsumoto no es un rebelde tradicionalista inamovible, sino que está dispuesto hasta a sacrificar hasta su vida si el Emperador se lo pide. Para Katsumoto el Emperador no es el enemigo (aunque combate sus fuerzas por considerar que está perdiendo la esencia japonesa). 
Katsumoto está dispuesto a volver al consejo de Estado, pero a su manera: con las katanas en la mano. Algo que los demás no le van a permitir. Y el Emperador, aquí presentado como un títere (pero que aprende inglés en lo que dura la película), no es capaz de apoyarle en el momento decisivo.


Y si por algo también destaca El último samuráiy ahora viene lo malo, es por meter a la fuerza toda una serie de "americanadas" propias de Hollywood. En especial el romance entre Tom Cruise y la viuda que lo acoge. ¡Carajo! Que Tom Cruise le mató el marido.

La película, que por argumento podría ser Lawrence de Arabia se queda en un Braveheart de samuráis. Extenuantes batallas, con derrotas inevitables, con un  Tom Cruise imbuido de un desproporcionado heroísmo.

A pesar de la intención de hacerla "japonesa", incluso en secuencias propias del género de chambara, con enfrentamientos breves pero intensos entre samuráis, la película es 100% made in Hollywood. Y si el Emperador japonés saliera al final, comiéndose una Cheeseburger a nadie le extrañaría.



El último samurái (The Last Samurai; 2003) dirigida por Edward Zwick.

domingo, 22 de junio de 2025

El bárbaro y la geisha (1958)


John Wayne interpreta a Townsend Harris, el comerciante y diplomático que fue enviado a Japón en 1856 como cónsul general de Estados Unidos. Y que en 1858 firmó el Tratado de Amistad y Comercio (luego llamado Tratado Harris).

Éste es el periodo histórico real que abarca la película.

Y ahora, un poco de aburrida historia:
Desde 1639 Japón era gobernado por el shogunato Tokugawa. El shogunato fue el sistema de gobierno feudal que tenía Japón desde el siglo XII. Y que perduró hasta 1868 cuando, tras la guerra Boshin, se estableció la llamada Restauración Meiji

En un clima político de cierto descontento con el shogunato Tokugawa (que llevaba en el poder más de 200 años), llegó a las costas japonesas, un buen día de 1853, el barco del Matthew Perry (el Chandler de Friends, no). 
El oficial naval Perry llegó con el objetivo de romper el aislamiento que mantenía Japón con el extranjero. El llamado sakoku, en vigor desde el siglo XVII, y cuyos objetivos eran evitar las influencias perniciosas de los extranjeros, frenar la propagación del cristianismo y proteger la cultura y tradiciones japonesas de las tóxicas influencias del resto del mundo.

Matthew Perry logró firmar el Tratado de Kanagawa, por el cual se establecían relaciones diplomáticas. Japón se comprometió a abrir algunos puertos al comercio, a salvaguardar los derechos de los ciudadanos de Estados Unidos que vivieran en las islas y a dar asistencia a los náufragos (hasta ese momento, un náufrago extranjero que llegase a las playas japonesas era ejecutado... por si acaso).
Ese detalle del asesinato de náufragos se menciona en la película y a ese tratado de Kanagawa anda apelando John Wayne durante buena parte del film. El objetivo del cónsul de Estados Unidos en Japón, nuestro John Wayne, era fortalecer y ampliar esas relaciones diplomáticas y lograr reunirse directamente con el shogún.
El señor feudal de la ciudad costera de Shimoda (uno de los puertos que Japón se comprometió a abrir al mundo) intenta contener a John Wayne, dándole largas burocráticas para la entrevista con el shogún y le manda una geisha para espiarlo y entretenerlo.

El gigantón John Wayne mantendrá un postura de exquisita educación con la geisha, que terminará por enamorarse del americano. Y eso que el gigantón Wayne anda dándose golpes con los techos de la casa. Lo que provoca risotadas en los niños...

Un barco en cuarentena por cólera se acercará a Shimoda y algunos marineros enfermos desembarcaran por su cuenta. Esto provocará una epidemia en la ciudad que los japoneses intentan contener con plegarias místicas y John Wayne con métodos médicos más modernos (aunque nunca vemos realmente qué hace). Para acabar con el cólera, John Wayne decide pegarle fuego al pueblo.

Obviamente le encierran y están a punto de meterlo en un barco y mandarlo de nuevo para su casa cuando la epidemia de cólera se detiene y entonces todo el pueblo se arrodilla para agradecerle al extranjero americano que les haya salvado. 
Por fin, el líder local facilita el viaje hasta la capital, Edo (antiguo nombre de Tokio).

El cónsul le trae al joven shogún una silla, un catalejo y unas botellas de whisky. 
Los viejos y sabios señores feudales de clan Tokugawa deben decidir si aceptan el tratado con Estados Unidos o no. La votación, que es a abanico abierto, es muy reñida, pero terminan aceptándola.

Entonces el líder local, metido a ninja por una noche, le pide a la geisha que le marque la puerta donde duerme el extranjero para entrar y matarlo mientras duerme. La geisha marca la puerta de su propia estancia, para sacrificarse. El ninja se acobarda, la geisha huye de la casa y Japón se abrirá al mundo.


Y ahora, un poco más de aburrida historia:
Diez años después del Tratado Harris, inicia el conflicto civil de la guerra Boshin que supuso el fin del shogunato y el inicio de la Restauración Meiji
El poder del imperio volvió al Emperador. Se abolió el feudalismo, se promovió la industria, se modernizó la agricultura, y se estableció la Constitución Meiji (1889). Y se abolió la clase samurái.


En la película no veremos ni samuráis, ni signos del honorable código Bushido más allá de palabrería hueca. 
Lo que sí vemos son otros aspectos no demasiado positivos:
El señor feudal de Shimoda, que por cierto habla inglés y nunca se nos explica porqué, intentará cobardemente asesinar a John Wayne mientras duerme. Al fallar, ni siquiera lo intenta cuando le tiene enfrente. Al contrario, el tipo huye al jardín, para suicidarse a toda prisa.

Que el shogún sea un pre adolescente que no sabe cómo sentarse en una silla y que los pueblerinos huyan arrojándose al mar con la llegada del extranjero,  contribuye a la imagen de pobres japoneses infantiles que deben ser tutorizados por los benevolentes Estados Unidos. 
Ese tono paternalista que tan bien recrea la película es el mismo que el gobierno americano puso en los Tratados con Japón. Nunca fueron de igual a igual esas negociaciones, sino que se pactaron con los cañones de los barcos americanos apuntado hacia la islas.

El bárbaro y la geisha, junto a otras películas de los años 50 ambientadas en Japón, forman parte de un intento de Hollywood de "embellecer" las relaciones entre los dos países. Recordemos que, tras la Segunda Guerra mundial, hubo una ocupación de territorio japonés por parte de los Estados Unidos (1945-1952).




El bárbaro y la geisha (The Barbarian and the Geisha; 1958) dirigida por John Huston. 
La escena del cónsul llevando una ofrenda de whisky al shogún debió ser la primera en filmarse, dada la legendaria afición al alcohol que tenía el director y parte del equipo.