Me dio por buscar “Emily Dickinson” en Feisbú. Ya saben, la poeta hikikomori (un día
decidió vestirse de blanco, no volver a salir de su casa, y no ver ni hablar
con nadie a excepción de algún pariente), para mí es una criatura fascinante.
Debió de sufrir horrores, convivir así con sus monstruos y con sólo la
escritura cómo válvula de escape (y encima escribía casi a escondidas).
Resulta que hay muchas “Emily Dickinson”
en el Face. La mayoría parecen personas normales, con su vida social exultante
y compartiendo contenido viral. Muchas deben ser personas que simplemente se
llaman, de verdad, “Emily Dickinson”; no es un nombre
tan extraño. Pero entre toda la morralla debe haber alguna alma sensible (y por
tanto, sangrante de sufrimiento).
Si tuviera tiempo (corrijo: si tuviera valor) me dedicaría
a investigar a las “Emily Dickinson”.
¿Qué impulsa a alguien a tomar ese nombre? ¿Admiración?
Aunque está considerada una de las escritoras fundacionales de la literatura
made in USA, y objeto de estudio en ámbitos académicos, no parece alguien
mundialmente popular como lo es Poe, o que tenga la aureola de Twain o Whitman si hablamos de los
primeros estadounidenses que les dio por escribir… Y desde luego, la vida de Emily Dickinson no
parece un jolgorio de aventuras: pasó 25 años sin apenas salir de su
habitación.
En este mundo nuestro, en que todo es efímero porque damos
vistazos, hay gente que cree que Nirvana es una
marca de ropa y que Marilyn
Monroe es una actriz tonta que se acostó con medio planeta. Kurt Cobain y Norma Jeane Mortenson
(el nombre real de Marilyn, ya saben) eran dos
criaturas profundamente desgraciadas a las que la Muerte
les rondaba mucho antes que se dejasen atrapar por ella. Son, por su obra, su
fama y -porque nos vamos a engañar- el misterio de su muerte: muy populares hoy
en día. Son iconos de la cultura popular. No es de extrañar pues, que haya una
legión que los admiren y usen sus nombres. Pero… ¿Emily Dickinson? Vuelvo a la
cuestión: ¿Qué impulsa a alguien a tomar ese nombre?
Si tuviera valor dedicaría mi tiempo a investigar esta
erudita cuestión. Aunque claro, para ello quizás debería dejar de vestir de
negro y salir de esta habitación.
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