Detrás de un señor mayor hay una señora que se impacienta.
Encima el mostrador de préstamo, dos palmos de novela para pasar el mes. El
señor mayor embolsa libros con lentitud. La señora de atrás, alta, estirada
(quizás en muchos sentidos), sacude el joyero que lleva en la muñeca para mirar
su reloj y ver que tan sólo han pasado cinco segundos desde la última vez que
lo miró. Antes que el buen señor se haya despedido, ella planta su Coelho en el
mostrador. Hurga en su bolso Lui Botón
y saca una cartera a punto de reventar (no es una metáfora). Empieza a abrir
compartimentos en busca del carné de la biblioteca.
- Mientras esperabas, podías haber buscado el carné – le
digo. Mentalmente, claro.
La cartera se despliega como uno de esos camiones micromachines que escondían una ciudad
entera. No, no hay manera. No lo encuentra.
Con el tiempo de vida que he perdido esperado a que encontrase
su carné, podría haberme leído “Los hermanos Karamazov”.
Se forma una cola de gente detrás de la cuarentona chic. Los
sonajeros dorados zumban en sus muñecas. Musita los consabidos “ay, ¿pero donde
lo he puesto?”, “pero, si nunca lo saco de aquí”, “tiene que estar…”
Doy Laic a un par de publicaciones en el Facebook de otra
biblioteca. Aunque ya me dijeron que no debo hacerlo. O mejor dicho, #lajefa me
dio a entender que debo manejar la cuenta de Facebook de la biblioteca casi a
escondidas, porque parece que a la gente le molesta si me ve en Facebook.
Parece ser que Facebook = vago. No sé cuántos community manager hay, que hagan
su trabajo a escondidas. Pero aquí todo es muy loco.
La señora sigue si dar con la tarjetita.
- ¿Y si me hago otro?
-pregunta entonces.
- Con el DNI y un euro, hacemos otro al momento.
- ¿Ah, pero ahora hay que pagar?
Un día hablaré de esa gente: los que se pueden llevar mil
libros o revistas o películas de la biblioteca completamente gratis durante
años… ¡años! Y un día quieren un carné nuevo (1€) o pierden un libro y se les
dice que debe pagarlo y bueno… se arma un conflicto que lo de Siria parece una
fiesta de comunión.
Al final no se hace el carné porque ella ya tiene uno, dice,
pero en casa.
Pero bueno, si está en casa, ¿qué narices estás buscando en
la cartera?
Como sigue ahí, hurgando en los múltiples bolsillos y
separadores de su tarjetero-cartera, le pido que me deje seguir atendiendo a
los demás mientras ella busca.
Agarra su Coelho y se da media vuelta. Pero vuelve, porque
es de esas que deben finalizar las cosas y dice, dando unos golpecitos con lo
anillos de sus dedos a la mesa:
- Deberías ser más amable con la gente. ¿Eh, eh?
El “¿eh, eh?” lo dice como imitando a un retrasado (se
refiere a mi, claro).
._.