Tan anodina como la vida misma.
Tan fascinante y compleja como una vida.
Esta debe ser una de las películas más peculiares que haya reseñado aquí, en este ciclo.
¿De qué va?, que preguntaría mi abuela.
Pues va de un señor mayor que fallece y la familia se reúne para el funeral.
En esencia va de esto. Y la película dura 3 horas.
Si le quitásemos dos horas, o si le añadiéramos dos horas más, la película seria lo mismo. En verdad, puedes irte un rato durante la proyección y luego volver. Y no sientes que te hayas perdido nada.
Cuando el señor de 92 años fallece en el hospital, los parientes se reúnen y se reencuentran en la casa. Algunos llevan tiempo sin verse, otros están enojados entre sí por antiguas rencillas o malentendidos. Y otros, más lejanos del tronco del árbol familiar, ni siquiera se conocen aún.
Todo esto serían los vivos.
Porque luego también están los muertos.
Aparecen parientes o recuerdos de parientes que ya no están.
Mediante flashbacks vemos y vivimos conversaciones pasadas. Algunas que existieron, otras que, con el paso del tiempo y la traicionera memoria, luego veremos que no son como se nos muestran. E incluso asistimos a conversaciones que nunca llegaron a darse.
Muchos personajes hablan a la vez. Cada uno de lo suyo. Como si esto fuera una película de Berlanga 😂. El montaje aquí es mucho más veloz (aunque la película sea de "las lentas"). Los personajes parece que se pisan el uno al otro hablando. Como digo pero, cada uno habla de lo suyo. Así que es tarea del espectador desentrañar qué considera útil y qué no.
Con la familia reunida salen a la luz viejos secretos. Algunos penosos, otros ridículos. A diferencia de una película italiana de familias en posguerra, aquí no se gritan por los ventanales. Y a diferencia de una película de Bergman, de aquellas de familias que destapan sus secretos, aquí no se gritan. Nunca.
Me dirán que establezco comparaciones pero que no estoy contando nada en realidad. Y llevan razón. Porque englobar esta película es como intentar agarrar agua con las manos.
Todo es muy pausado. Muy bucólico. Pero no es naif. La Segunda Guerra Mundial que vivió el protagonista (¿El anciano que se muere es el protagonista? Porque este sería otro dilema...) le afectó a él directamente. Pero de forma indirecta a los demás. Las decisiones que uno toma, tienen consecuencias que pueden perpetuarse durante generaciones. Y uno no sabe hasta dónde llegarán.
Llegado a este punto. Y si es que alguien sigue atento a lo que digo puede que piense que esto va "de la vida". Una de esas películas en las que la cámara está puesta ahí, y la vida (una vida real pero guionizada) va pasando delante del objetivo.
El caso es que en Seven Weeks uno nunca olvida que todo esto es ficción.
Hay un grupo de músicos tocando por ahí, que aparecen como interludio a veces. Vienen a recordar que todo esto puede que, en verdad, no sea más que un recuerdo edulcorado o una pura fantasía. Otras veces un personaje te habla, a ti espectador, para darte información como si fuera un narrador. Rompiendo así la cuarta pared.
Así que podría concluir que esto es cine experimental pero bien envuelto en un cine verité que roza el documental.
Al inicio y al final (o habría que decir: donde la peli empieza y donde la peli acaba) se nos dan unos datos biográficos e históricos como si, efectivamente, fuéramos a ver un un documental muy sesuso y documentado de unos hechos reales. ¿Pero lo es?
La pericia del director para no perderse en esta maraña que también tiene algo del realismo mágico latinoamericano están en los detalles. Aquí no se apellidan todos Buendía. Pero podrían.
Los detalles están en que hay objetos que adquieren importancia. Trascendencia para quiénes los toman o los dejan.
También hay tics, guiños o frases que algunos personajes tienen, mantienen y perpetúan. A veces pasan a otro, como si fuera parte de una herencia familiar recibida. Todo ello ayuda al espectador a "no perderse" y a entender más de lo que se nos dice. Porque el cómo se dice, o el cómo se calla, es más importante que un diálogo. Pueden hablar de trivialidades y lo importante está en lo que no se dicen.
En definitiva Seven Weeks es una película que, como la vida real, uno puede intentar atraparla o solo asistir a su desarrollo.
Seven weeks (No no nanananoka; 2014) dirigida por Nobuhiko Ôbayashi.
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