lunes, 9 de enero de 2017

Echar a andar



Ando leyendo el “Viaje a la Alcarria” de Don Camilo. Tiempo atrás había leído uno de Josep Maria Espinàs, A peu per nosedonde (¬¬ es que tiene varios, no se ofendan). Y ayer pasó, fugaz por mis manos, uno de Maria Barbal: “Camins de quietud : un recorregut literari per pobles abandonats del Pirineu”.

Parece que es un género propio ese del escritor caminante. Incluso hay versiones televisivas como el genial “Un país en la mochila” de Labordeta.

A mi eso de andar no me va. Así que debería viajar con el Google Maps y el muñeco amarillo ese que uno deja caer en mitad de la calle para ver la panorámica del lugar. Quizás la realidad virtual le permita a uno viajar sin moverse. Y escribir luego sobre ese viaje…
Parece una idea bastante loca. La gracia del escritor caminante no está en las descripciones de lo que ve, sino en lo que siente en el lugar. Y para sentir el lugar hay que estar en el lugar.
¿O no?

El caso es que me agrada esa Alcarria, y esos pueblos abandonados y esas caminatas de Espinàs. Y cuando se sientan a la sombra de una encina y ven pasar un señor a lo lejos. O cuando llegan a un pueblo y hay un tipo en la plaza, a la sombra y entablan conversaciones sorprendentes… esas cosas menudas son las interesantes.
Las cosas menudas son las grandes cosas de la vida en realidad.

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