domingo, 19 de octubre de 2025

El ahorcamiento (1968)

Afrontemos este tema: Japón y la pena de muerte



La película está dirigida por el siempre arriesgado Nagisa Oshima. Del que ya hemos comentado Feliz Navidad, Mr. Lawrence con David Bowie haciendo de preso y Ryūichi Sakamoto haciendo de un improvisado Mishima. Band of ninja, la adaptación literal de un manga a la gran pantalla. Y claro está, El imperio de los sentidos. La película más famosa de cochinadas japonesas.


Esta película tiene tres partes. O quizás habría que decir que hay tres películas vinculadas aquí. Y aunque tienen a los mismos protagonistas, en la misma situación, cada parte, o película, tiene un tono y casi diría que un género cinematográfico distinto.

Arranca con la parte documental. Inicia con una pregunta en pantalla para el espectador "¿Apoyas o te opones a la abolición de la pena de muerte?"
Luego nos da unos porcentajes estadísticos. Parece que el 71% se opone a su abolición. A ellos se dirige una explicación ilustrada y detallada de cómo es la cárcel y la sala, y de la rutina para llevar a cabo una ejecución. 


Aquí vemos a los personajes de la película: el fiscal, los funcionarios de la cárcel, el médico, el cura y, obvio, el preso. Al que llamarán R.

Cuando R. es ejecutado empieza la segunda parte, una comedia negra a lo Berlanga cuyo humor se va esfumando sin que uno se de cuenta. Resulta que, tras ser ahorcado, el corazón de R. sigue latiendo. Así que sigue vivo. Los funcionarios y las autoridades entran en una discusión sobre cuál debe ser el procedimiento a seguir. ¿Deben ejecutarlo otra vez? ¿Deben reanimarlo primero y luego ejecutarle? 
Nadie quiere tomar una decisión definitiva y todos intentan, de un modo u otro, hacer su trabajo pero cargarle "el muerto" a otro. De mientras, el preso se reanima. Pero no recuerda nada. Ni quién es, ni dónde está.
Y eso lleva a los burócratas funcionarios a otro grave dilema.
Si el preso no es consciente de quién es y de por qué se le ejecuta, eso ya no es una ejecución legal, sino un asesinato. Así que los funcionarios DEBEN hacer que el preso R. recobre la memoria.
Inician una serie de recreaciones acerca de los asesinatos que cometió R. Los funcionarios fingen estrangularse. Pero R no reacciona. Así que la recreación pasa a elaborados teatrillos, con vestuario y atrezzo in crescendo, que abarca no solo el crimen, sino también las circunstancias sociales y familiares de R. Todo este juego de representaciones se realiza con esa diligencia profesional tan japonesa. Y a la vez provocando un bochorno de vergüenza ajena, que roza el patetismo.

Se produce un momento "mágico" cuando la acción salta de la sala de ejecución a la casa de R. Le vemos en su barrio de chabolas. Y en la ribera del río por donde persiguió a una muchacha hasta atraparla, violarla y asesinarla. Luego seguimos viendo a R. vagando por las calles, siempre con todos los funcionarios detrás, como un coro, siguiéndole hasta el instituto donde cometió el segundo crimen.
Esta parte es maravillosa porque no sabemos si se trata de una recreación del crimen en los escenarios reales o si, en verdad, nunca llegan a salir de la cárcel.

Este realismo mágico adquiere tintes surrealistas cuando, en la tercera y última parte de la película, volvemos a estar en la sala de ejecuciones y una mujer está allí. Primero solo la ve R., y luego los funcionaros van advirtiendo su presencia. ¿Pero es real esa mujer ahí?
Ella dice ser la hermana de R. que viene a recordarle qué él es un coreano entre japoneses.
Este es otro punto fuerte de la película: Nos muestra el agrio racismo de esos personajes japoneses para con los coreanos. R. nació en Japón, según nos dicen, pero como sus padres eran coreanos, él no es japonés. 
Cuando recrean los ambientes familiares de R. un funcionario da indicaciones artísticas a los improvisados actores: "Eres coreano -le dice a uno-, actúa de forma más vulgar". O al tipo que hace de abuela de R, el funcionario le dice: "Así no, llora en coreano."

El surrealismo de todo aquello va tomando forma cuando R. y la chica están encamados bajo una sábana (con la bandera de Japón), mientras los funcionarios, en una improvisada fiesta, son asaltados por recuerdo de su pasado. Crímenes que ellos cometieron durante la guerra. R. cuenta cómo sus fantasías violentas se enmarañaron con la realidad de los crímenes cometidos.
Y al final, R. reconocer ser R. Pero no el R. que cometió los crímenes, sino otra persona. Y los funcionarios solo quieren cumplir con lo suyo. Y R. será ejecutado.

El film termina dando las gracias a los que participaron en la ejecución. Incluyéndonos a nosotros, los espectadores. Convirtiéndonos así, en cómplices.



El ahorcamiento (Koshikei; 1968) dirigida Nagisa Ôshima. 


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