Solo en vendedor ambulante muy campechano
En 48 películas, rodadas durante casi 30 años, el actor Kiyoshi Atsumi interpretó el personaje de Torajima Kuruma, Tora-San.
En 1996, al fallecer el actor, Yoji Yamada, el creador del personaje, guionista y director de la mayoría de las películas se negó a seguir.
Pero Tora-San es una de las franquicias más longevas y populares del cine y la cultura japonesa. Y a modo de homenaje, recuperando escenas de las películas anteriores y material desechado, se rodó la película número 49.
Y en 2019, para conmemorar el 50 aniversario, se rodó Tora-san, Welcome Back! la película número 50 de la franquicia. Ahí, es nada.
Pero, ¿Quién es Tora-San?
En esta primera aparición en la pantalla, conoceremos a Torajima Kuruma. Tora-san es un vendedor ambulante, campechano y pintoresco. Quizá algo rustico y tradicional, que provoca malentendidos sin querer y pequeños desastres allá donde va.
En esta película se nos presenta a Tora-San volviendo al que fue su barrio tras 20 años de ausencia. Sus padres ya fallecieron, pero tiene una hermana pequeña, Sakura, y unos tíos que lo acogen. Así que parientes y vecinos celebran con una fiesta el regreso del tipo que parece muy elegante y formal.
A la mañana siguiente Tora-San acompaña a su hermana a una entrevista para una matrimonio concertado (un miai). Allí, a medida que va bebiendo y se va animando, Tora-San arruina la propuesta con sus chistes, su vulgaridad y su borrachera.
En su afán de proteger a su hermana, Tora-san espantará a otro posible ligue, hasta ser rechazado y expulsado de la casa. Sin ningún rencor en el corazón se irá para volver pronto, como si nada hubiera pasado. Dispuesto siempre a ayudar pero provocando más enredos que soluciones. Luego conocerá a una chica pero su intento de boda acabará por romperle el corazón, ya que ella elegirá a otro.
Y este esquema: viajar por Japón, conocer a mujeres, sufrir un desengaño y regresar a su barrio será el mismo patrón de todas las películas de Tora-San. Un planteamiento arquetípico, unos escenarios locales conocidos y la personalidad de un tipo de buen corazón pero bastante desastroso, harán el resto para convertir a Tora-san en todo un fenómeno. O al menos, en su patria.
Charlot, Cantinflas y Paco Martínez Soria no tienen nada que ver entre sí. Pero hay cosas en común en sus personajes típicos. En todos ellos y también en Tora-San. Sus personajes son tipos humildes, espabilados, que aspiran a cosas que por lo general no consiguen. A veces son objeto de burla de los modernos metropolitanos, que les toman por rústicos y pobres. Tienen buen corazón pero a su alrededor hay enredos, malentendidos y a veces, desastres. Se les quiere, pero es mejor no tenerlos muy cerca.
Y sus películas reflejan la realidad de su tiempo.
En el caso de Tora-San y sus casi treinta años de aventuras, vemos como se moderniza Japón: las casas, los barrios, las calles, las ciudades. Y también como las modas de vestuario o cortes de cabello van evolucionando.
Y cómo se modifican también los aspectos sociales: aquí Tora-san le pega un sonoro bofetón a su hermana. Y no pasa nada.
Ese es el verdadero valor de estas películas. Amén de algún chiste descatalogado o algún cameo. Aquí, en la primera película de Tora-San, por ejemplo, aparece la leyenda Takashi Shimura en el rol de suegro de la hermana de Tora-San.
Tora-san 1: It's Tough Being a Man (Otoko wa tsurai yo; 1969) dirigida Yôji Yamada. Si completan las 50 películas de la franquicia casi les darán un carné de japonés honorífico.
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