Komayo no sabía realmente nada del mundo ni de los sentimientos de la gente. Jamás se había puesto a pensar en lo que iba a hacer con su vida.
[Yoshioka quería] observarla hasta que pida la muerte a gritos bajo la potencia de su masculinidad.
En la sociedad actual donde todo el mundo se mueve con tantas prisas, no quedan ya personas como Kurayama dispuestas siempre a escuchar con atención respetuosa y sin señales de fatiga las quejas o los elogios que salían de boca del viejo.
Los espectadores de ahora ya no quieren ver ni escuchar arte, de ninguna clase. No, señor. Lo que quieren es ver o escuchar algo barato y facilón, y todo en el mismo sitio y la vez.
El motivo latente de convertirse en danna de Rikiji, no era aplacar su apetito sexual ni responder al amor, sino satisfacer la típica vanidad del caballero moderno.
Hay cosas que desbordan mi capacidad de pensar...
Era el razonamiento, en fin, que cabría esperar de una mujer codiciosa que siempre llevaba encima su libreta de ahorros.
Ante cualquier tema, prefería concentrarse en la gracia inefable y honda de los recuerdos de un pasado borroso, y no en una realidad dinámica y progresista.
El honor, la riqueza y las mujeres: he aquí la trinidad en torno a la cual gira la vida del hombre moderno.
Las geishas, sin embargo, carecen de la astucia de los políticos para preparar la trampa, inventarse conflictos y después solucionarlos a su modo aprovechándose y llenándose los bolsillos.
Sus hijos pudieron vivir sin conocer durante mucho tiempo los sinsabores de tener que ganarse la vida trabajando.
Lo mismo pasaba con los árboles y hasta con las hierbas del jardín: todo era un conjunto de recuerdos que lo transportaban a la poesía de sus antepasados.
Esposa que no obedece a la suegra, tampoco obedece al marido.
Las gentes en vez de apremiarlo para que les pagara, huían de él despavoridas por miedo a ser engañadas de nuevo con su palabrería.
La gente empezó a llamarlo Izumo Toshu-san (el señor que nunca paga).
La catedral, una novela de Blasco Ibañez, el Zola de España.
Los estudiantes de Derecho nunca se han distinguido por su buena conducta.
Cuando pongas un pie fuera para salir a la calle, asegúrate todos los días de que llevas ropa interior fresca y perfectamente limpia.
En situaciones en las que se veía irremediablemente perdida, lo primero que hacía era buscar un lugar donde no hubiera nadie y esconderse; y, cuando hasta esto se le negaba, metía la cabeza en el armario empotrado de cualquier habitación y se despachaba a gusto llorando a lágrima viva.
Se le ocurrió la idea de que tal vez había nacido para pasarse la vida llorando.
Una de esas mujeres modernas, de esas que, si les dices algo, te sueltan un rollo interminable.
Mujeres de lengua aduladora cuando tienen a alguien delante, y viperina cuando lo tienen a sus espaldas.
Era tal el alboroto dentro de la casa que hasta los sanos habrían tenido motivo para ponerse enfermos.
Pasó a ser una persona del otro mundo.
Se dio cuenta que acababa de sentir la embestida del vacío de la vejez y de la frivolidad de la sociedad.
Geishas rivales
(1917)
Nagai Kafu
Traducción: Carlos Rubio y Akiko Imoto
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