El funeral que quisiera tener
Cuando la orquesta es disuelta, el violonchelista Daigo Kobayashi debe asumir que aunque lleve tocando el instrumento desde que era pequeño y aún deba terminar de pagar el violonchelo que compró, no es un músico lo bastante bueno.
Así que, junto a su esposa, deciden volver a su Yamagata natal e irse a vivir al antiguo café de los padres de Daigo. Allí, el muchacho deberá enfrentarse a un pasado que quiso dejar atrás: el rencor hacia un padre que les abandonó siendo él muy pequeño y la culpa que siente Daigo por haber estado lejos cuando su madre falleció.
Daigo acude a una entrevista de trabajo de una pequeña empresa local. Es contratado de inmediato, aunque Daigo no tenga aún muy claro a qué se dedican.
Los servicios que ofrece esa empresa es el ritual de nokanski. Un rito funerario consistente en lavar, vestir, maquillar y colocar el fallecido en el ataúd. Este rito es aparte de la ceremonia religiosa (budista, sintoísta o cristiana). Y el paso previa a la incineración.
El nokanski lo realizaba, antiguamente, la propia familia del difunto. Aunque hoy lo hagan profesionales, el ritual se realiza ante los familiares y allegados. El ritual se lleva a cabo con una pulcritud y una elegancia en la ejecución propia de la más excelsa diligencia japonesa. Y con un profundo respeto por el fallecido y preservando siempre su dignidad.
A diferencia de nuestro mundo occidental en que el muerto pasa, al fallecer, de ser una persona a ser un mero objeto.
Daigo (interpretado por Masahiro Motoki) irá aprendiendo de su jefe y maestro (interpretado por el firme actor Tsutomu Yamazaki).
Daigo encontrará su lugar en ese mundo, a la vez que asumirá el distanciamiento y hasta el rechazo de su entorno al dedicarse al siempre tabú tema de la muerte.
Esa marginación social me hizo pensar en la genial película de Berlanga, El Verdugo, donde un joven se ve arrastrado a un trabajo bien remunerado pero con un fuerte estigma social.
A través de las diversas despedidas en los que Daigo y su maestro participan vemos distintas realidades de la familias que quedan atrás cuando un pariente fallece. La muerte es para todos, pero no todos la encajamos igual.
El tema de la película es serio y la gravedad de la situación es contenida y escrupulosa. Lo que no omite que de vez en cuando se escape alguna chispa de humor (como los pandilleros en el funeral de la chica joven).
Argumentalmente la película puede tener giros previsibles (como el choque con la esposa y su posterior regreso. O el traspaso generacional de la piedra de río).
O caer en ciertas repeticiones. Es cierto. Pero solo con la repetición uno aprende la maestría.
Despedidas (Okuribito; 2008) dirigida por Yōjirō Takita. Como apunte final, les diré que la película le fue otorgado el Oscar al mejor film de habla no inglesa en 2008. Pocas veces, tan merecido.
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