La yakuza pop o el segundo Lupin
El jefe de un clan mafioso ha decidido jubilarse de sus negocios. Y Testuya, el mejor asesino del clan, decide también abandonar el crimen. Pero por fidelidad al jefe, sigue recibiendo algunos golpes. El pasado le persigue y los antiguos rivales y las nuevas traiciones de falsos aliados, no le permiten a Tetsuya asentarse en ningún lugar. Y está condenado a vagabundear solo por Tokio.
En Tokyo drifter (o el vagabundo de Tokio) hay tiroteos, persecuciones en coche, malvados de pandereta, puertas secretas y trampas ocultas. Y un anti-héroe que sigue su propio camino mientras el mundo, violento y cínico, en el que ha estado envuelto se niega a soltarlo.
Los mafiosos hablan a puñetazos y con disparos. Y las muchachas cantan en clubs o reciben sonoros bofetones. Y una de ellas se pasa la película leyendo un manga.
La estética y el desenfado de Tokyo drifter del cineasta Seijun Suzuki tuvo una influencia tremenda en una franquicia manganime que ha hecho furor en el mundo entero: Lupin III. Aunque el origen biográfico del personaje de Lupin The Third, sea el Arsene Lupin de las novelas de Maurice LeBlanc, el manga de Monkey Punch, bebe claramente de James Bond y de este yakuza pop.
La yakuza, la mafia japonesa que siempre se ha regido por códigos de honor y lealtades (aunque nunca faltan en ella las traiciones) se apoderó, en la cultura popular, de ese aura de pureza tradicional que antaño tuvieron los samuráis.
Y así, los ronin, o samuráis sin clan, mutaron en los taciturnos asesinos a sueldo con traje. La katana dejó paso al revólver. Y las hazañas de esos personajes se transmitían, ya no oralmente como leyendas, sino en novelitas pulp y en el nuevo género artístico que dominó el siglo XX: el cine.
El cine de gánster, el noir y el Hollywood clásico, llegaron a Japón, y todo ello formó un cóctel (sino explosivo sí con muchos tiros) propio de Japón: el cine de yakuzas.
Entre la épica y la tragedia, que pretendía mostrar la crudeza de la realidad de la yakuza, el cineasta Seijun Suzuki, un artesano de este cine de yakuzas, le dio su toque de modernidad pop, propia de los años 60.
Trajes en rojo, americanas verdes, minifaldas y gente joven bailando, música moderna y un gusto por el entretenimiento que dejaba, muy claramente, a un lado la verosimilitud.
Tiroteos imposibles donde los esbirros malos caen de un único y certero disparo. Donde las armas vuelan de aquí para allá. Donde el protagonista esquiva balas como si se apartase de autobuses y rueda por el suelo, o por el aire, recibiendo alguna vez un disparo pero que no llega a ser más grave que un leve rasguño.
Todo ello poco verosímil en realidad.
Y luego está el color. Las composiciones cromáticas también tienen poco de naturales aquí.
Tokyo drifter es una sobreexposición de colores. A veces el contraste es tan forzado, como en el arranque del film, que los yakuzas parecen actores negros en trajes blancos. Hay escenas en que todo lo que hay en la pantalla es monocolor: El verde neón de las callejuelas. O un tipo en traje blanco cruzando un escenario nevado.
Para poca realidad, esos escenarios teatrales de los locales nocturnos donde no existen paredes. O esa recreación de saloon del far west, un escenario creado solo para la típica pelea de western en que se rompen sillas y cristaleras. Todo ello busca el puro entretenimiento por más teatral que parezca...
Seijun Suzuki fue un cineasta bajo contrato por la productora Nikkatsu. Realizó casi 40 películas en 12 años. Eran obras de bajo presupuesto y más bajo argumento. Películas de serie B sobre yakuzas. La creatividad de Suzuki, y los recortes de presupuesto, le empujaron a ir más allá. Siendo cada vez más imaginativo, elíptico, surrealista y críptico. En su obra van apareciendo cada vez más réplicas de humor absurdo en el guion, ángulos de cámara poco habituales y la ya mencionada explosión de colores pop.
Tras la película Branded to kill, Suzuki fue despedido de Nikkatsu y aunque demandó al estudio por despido improcedente, su nombre pasó a engrosar una lista negra que lo mantuvo durante casi 10 años en el olvido (y sin dirigir). Hoy en día su figura se ha ido recuperando y su obra se considera de culto.
Seijun Suzuki, como el Tetsuya protagonista de Tokyo drifter, es un tipo que hace lo que puede con lo que le dan. Pero no se pliega a las normas, y va más allá. Hasta alcanzar un estilismo artístico considerable.
Y es que la pobreza, amigos, agudiza el ingenio.
Tokyo drifter (Tôkyô nagaremono, 1966) a.ka. El vagabundo de Tokio dirigida por Seijun Suzuki. El Lupin pop de la yakuza.

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