martes, 1 de diciembre de 2020

Dicen los síntomas

 



El silencio es blanco.

Se niega a decodificar sus palabras, como si así pudiera mantenerse a salvo de su significado.

el egoísmo patológico no afecta al portador sino a sus convivientes.

Las horas discurren lentas en el hospital, pero los días se suceden veloces.

Pasó a ser un objeto precioso que había que resguardar de las inclemencias de la realidad, qué importaba si para ello había que sacrificar a algún otro miembro de la familia menos perentorio.

es el único tiempo posible: un limbo que se extiende desde que aprendemos que somos mortales hasta que lo comprobamos.

Ignoro si la sequedad que nos muestra es propia de su falta de educación o fruto de algún desprecio concreto hacia nosotros.

-¿Y si pasa algo justo cuando no estoy?
Así podría resumirse su vida: lo importante sucediendo en su ausencia.

Mamá y sus giros sin señalizar, como si el resto viviéramos en su cabeza, y como si tuviéramos que estar siempre atentos para anticiparlos y proseguir el delirante trazado de su mente sin sobresaltos.

Para un enfermo, su dolencia supone un suceso extraordinario, acaso el acontecimiento más importante de su vida, el que podría conducirlo por un pasadizo secreto hasta la muerte. Y el médico se empeña en convertirlo en rutina, en odioso protocolo, quiere domar sus síntomas, negar la autoría de su enfermedad, que no le pertenezca al paciente sino a la ciencia.

La simpatía nunca es portadora de buenas noticias.

Estar enfermo es vivido en nuestra sociedad como una debilidad deshonrosa, el símbolo del fracaso por excelencia, así que mejor quédate en casa, mejor reclúyete en un hospital, mejor muérete en privado.

Cuántas humillaciones de hospital seremos capaces de soportar.

Es curioso que, en estos tiempos individualistas, sea precisamente la soledad la que esté bajo sospecha.

Él sabe que tiene cáncer. Por supuesto ya lo sabía, pero sólo ahora que yo lo sé, él lo sabe también.

Hay muchas clases de pacientes, pero sólo dos clases de enfermeras: las de la Stasi y los ángeles caídos del cielo.

El mejor criterio para determinar la calidad de un libro: si no le interesa a un condenado a muerte, no es bueno.

La fortaleza de los débiles es extraordinaria, cuando piensas que van a desmoronarse y no incorporarse nunca, entonces aprietan el paso.

Ha consumido su tiempo en evitar más que en conseguir, en negar más que en afirmar.

Hay más bacterias en la boca de una sola persona que seres humanos viviendo en el planeta Tierra.



Dicen los síntomas
Bárbara Blasco

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