miércoles, 18 de julio de 2018

Lleno, por favor

"Esta es la historia de un nostálgico que sólo creía en Dios, en Franco y en Don Santiago Bernabeu..." 
Así empezaba Lleno, por favor, una serie 📺de Vicente Escrivá con Alfredo Landa de prota.

Mientras están en una gasolinera echando combustible ustedes mismos, porque eso que le llenen el depósito del vehículo ya no se lleva, ¿no se han sentido embargados por la nostalgia? El pasar de los coches por la carretera mientras ustedes están allí, parados, ¿no les atenaza el pasar frugal de la vida? Pues, a mí sí.

Don Pepe Gil Cebollada (Alfredo Landa) es un tipo que habla a gritos y anda todo el día enfurruñado. No le gusta el mundo, la España que va viendo y se refugia en el despacho de su gasolinera, un santuario con banderas españolas con el águila, fotos de José Antonio y de Franco. Y el escudo del Real Madrid.
Beatriz Carvajal hace de Filo, su esposa. Es de El Ferrol, como el Caudillo. Y un personaje entrañable que habla en gallego y siempre logra que alguien la acerque en coche hasta la gasolinera para traer a su marido, el caldo. (Menos el día que atracan la gasolinera. Ese día cuelga el teléfono de repente y aparece outta nowhere en la gasolinera. Y jamás se explica cómo llegó. ¿Corriendo campos a través, quizás?)

Luego está la hija, Trini, (una Lydia Bosch demasiado mayor para el papel, siempre he creído yo) enamorada de un camionero chulesco llamado Teo y obsesionada por hacer gimnasia.

En la gasolinera hay dos mozos:
Sátur (Jesús Cisneros), alias "Mimosín", un muchacho enamorado de la Trini desde su más tierna infancia cuando, quedando huérfano, fue acogido en casa del Señor Pepe. Así que la Trini es casi como su hermana.
El otro muchacho que despacha es Gasofa (épico Miky Molina) de jerga moderna y siempre enchufado a los 40 Principales. Y cuyo nombre verdadero no llegamos a saber. Sí nos enteramos que tiene un perro, el Tumbao.
 
Pululan por la gasolinera otros secundarios como el cura "rojo" del pueblo, el cabo de la Guardia Civil, el hermano taxista del Sr. Pepe, y un sinfín de clientes, cada cual más bizarro que el anterior. 

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