domingo, 28 de septiembre de 2025

Buenos días (1959)

El costumbrismo de la vida de un vecindario de Japón, a mediados de los cincuenta.


Sinopsis
El día a día de unas familias japonesas de clase media que viven en un coqueto vecindario. Sus rutinas laborales, escolares y de ocio. Los chismes de las vecinas y el empeño de dos hermanos para que sus padres les compren un televisor.

La leyenda de la balada de Narayama

El milagro económico japonés
A partir de los años 50 se produjo en Japón un auge económico y social conocido como "el milagro económico japonés". Durante la ocupación de Estados Unidos (1945-1952) se impulsaron (o se impusieron) reformas económicas de gran calado. Nuevos modelos agrícolas, industriales y de enseñanza. Los resultados de estas innovaciones empezaron a despegar a gran velocidad cuando Japón recuperó su autonomía.
No todo fue maravilloso en ese milagro económico. 
La nueva cultura empresarial japonesa, de abnegación y sacrificio al negocio o empresa, era recompensada con un trabajo estable de por vida. Pero no todas las personas encajan en esa forma de trabajo. En la película, los pobres vendedores de puerta a puerta se confunden con los comerciales, que también venden de puerta a puerta.


Ejemplos de consumismo: la lavadora y el televisor
El nuevo modelo económico se orientó hacia el consumo. En la película hay dos electrodomésticos modernos que son motores de la acción.

Cuando corre la noticia entre el vecindario que la presidenta ha comprado una lavadora surge, a la par, el rumor que algo ha ocurrido con los pagos comunitarios de los vecinos. La presidenta dice que no le pagaron. Y las vecinas dicen que sí le entregaron sus cuotas a la tesorera. Y la tesorera dice que llevo el dinero a casa de la presidenta.

Al final, todo resulta ser un malentendido, pero la cizaña y el chismorreo entre esas amas de casa (el salseo de la película) está servido.
Como las casas todas son monas e iguales y están pegadas la una a la otra, esas amas de casa pasan más tiempo en las casas de las demás que en la suya propia. Y un marido que vuelve algo borrachín, se equivoca de hogar. 
Y las relaciones de alianzas y afinidades entre vecinos crean la red que sustenta el peso argumental de esta película. 

El otro electrodoméstico de la trama es el televisor. Los chicos del vecindario pasan tiempo en casa de un pareja de vecinos jóvenes y modernos que tiene televisión. Son modernos porque van en pijama todo el día y tienen tele.
Una pareja de hermanos se empeña en que sus padres les compren un televisor. Para ello, tras une pelea generacional con los padres, los chicos deciden hacer una huelga de silencio. Situación que les pone en una serie de conflictos cada uno más grave que el anterior.


Los norteamericanos desocupan Japón, pero el inglés intenta quedarse
Parte del legado que quedó de la ocupación de Estados Unidos fue el idioma inglés. Todos los japoneses que tuvieron que relacionarse con el ocupante (por necesidad o por interés) tuvo que hacerlo en inglés. Y cuando los norteamericanos se van, el idioma intentó quedarse. 
En la película los chicos del vecindario estudian inglés. Su maestro particular es un señor que se quedó sin trabajo pero que sobrevive haciendo traducciones. Nunca se nos explica de qué trabajaba y porqué sabe inglés pero parece lógico que fuera con algo relacionado con los ocupantes. Y al irse, él se quedó sin empleo. Ahora traduce textos en casa y da clases a los chicos. 

Como la televisión volvió popular el sumo
¿Qué van a ver los chicos a la tele de sus vecinos? Sumo.
Con la proliferación de los aparatos de televisión doméstico y las retransmisiones de sumo, este deporte que ya era tradicional (se enseñaba -a los varones- en las escuelas desde mediados de los años 30), se volvió mucho más popular.

Japón y el humor escatológico
La chavalada de la película juega a un juego de moda, y como la mayoría de juegos de moda, bastante tonto. Darle un golpecito en la frente a otro y éste responde tirándose un pedo.
La película juega con esto con un chaval al que, parece, cuando intenta tirarse el pedo de rigor se le escapa la caca. Y por ello debe cambiarse de calzoncillos a menudo y por eso (o no) su madre compró la dichosa lavadora.

¿Por qué se titula Buenos días (Ohayô?)?
En la secuencia de la discusión generacional entre los hermanos que quieren una tele y sus progenitores que no quieren comprarla, el padre recrimina que los jóvenes no sepan callarse ante la autoridad familiar. El chico responde que los adultos también hablan demasiado. En las conversaciones adultas todo son frases hipócritas que nada significan, palabrería vacía. Cosas como "¡Qué buen día hace!" o "Buenos días".

¿Esta película es un remake?
Buenos días no es exactamente un remake. Pero en una película muda del propio cineasta Yasujiro Ozu, titulada He nacido, pero... (Y sin embargo hemos nacido) (Otona no miru ehon - Umarete wa mita keredo; 1932) aparecen los personajes de un par hermanos bastante parecidos a los que veremos en Buenos días.

Yasujiro Ozu: la cámara sentada en el tatami
Si hay un recurso técnico típico de la forma de rodar del cineasta Yasujiro Ozu es la altura donde coloca la cámara.
Para Ozu la cámara, los ojos del espectador, se sitúan a la altura del rostro de alguien sentado en un tatami. A ojos de espectador occidental, puede parecer extraño, pero como con todo en la vida, uno se acostumbra pronto.



Buenos días (Ohayô; 1959) dirigida Yasujiro Ozu.
El milagro económico japonés, a todo color.

domingo, 21 de septiembre de 2025

Godzilla. Japón bajo el terror del monstruo (1954)

Los males del poder atómico


Mar de Japón. Un barco desaparece. Y los barcos de rescate sucesivos que mandan al lugar, también desaparecen. Las autoridades se ponen en alerta pero los lugareños de la isla más cercana ya han expresado su veredicto: la explicación es el legendario (y mitológico) monstruo Godzilla.

Mandan una expedición multidisciplinar de científicos a la isla. Encuentran rastros de radiación y un trilobite (ser vivo extinguido hace miles de años). Y luego, subiendo la cuesta de la cima de la isla, ven que por allá asoma la cabeza de una bestia antediluviana: el dinosaurio Godzilla.

¡Holis!

El actor Takashi Shimura (una leyenda en el cine de Kurosawa), interpreta a una eminencia en paleontología. 
El tipo da una conferencia (con el powerpoint de la época) y apela a estudiar a Godzilla. Pero jamás concreta cómo se puede hacer eso. Y en verdad, él tampoco hace mucho. Aparte de quedarse quieto con la mirada perdida.
Esto te lo resuelvo con seis samuráis más

Lo que sí se pone en marcha es una carrera armamentística para matar al monstruo. Pero nada le afecta. Y lo que es peor, el bicho se cabrea y sale de noche por la ciudad. 

Y como un guiri borracho mas, destroza todo y se larga sin pagar nada. Grita, nadie le comprende y tiene un aliento que te deja frito.

Por suerte para el mundo un científico solitario, con un parche en el ojo, ha creado por azar un producto que elimina el oxigeno del agua. Como el tipo teme que usen su invento como arma, lo mantiene en secreto. Pero un día se lo cuenta a la chica. Ella promete guardar el secreto pero termina por contárselo a su novio. También el tipo del parche dice que destruirá todo para que no lo usen jamás (pero tampoco lo hace).
Parece un personaje de Osamu Tezuka

Así que el tipo del parche y el prometido de la chica se meten en unos trajes de buzo y bajan al fondo del mar para activar el dispositivo que suelta el producto. El científico se sacrifica por todos y Godzilla muere.

El prometido de la chica y la chica acaban abrazados. Pero es una relación condenada al fracaso ya que el tipo se ha opuesto a la voluntad de su suegro: que no quería matar al monstruo.

Y el film termina con Takashi Shimura, el suegro, mirando hacia la nada y apelando a que cesen los experimento con bombas no vaya a ser... que despierten a otro Godzilla.

Viendo cómo va el mundo y la cantidad de secuelas, reboots, remakes y crossovers que ha tenido la película y las múltiples sagas derivadas, está claro que su deseo no se cumplió. Al menos a Takashi Shimura que también sale en alguna secuela y remake, no le faltó trabajo.



Godzilla tiene el valor de ser uno de los puntales del kaiju-eiga, cine de monstruos. Los kaiju serian criaturas monstruosas y gigantescas. Una megafauna que ataca, o defiende, nuestro mundo (depende la película) de otros seres igual de grandes y poderosos. 
El antecedente más famoso del cine no japonés seria King Kong. Y en el cine japonés el número uno seria Godzilla. Otros monstruos "compañeros de reparto" o "rivales de producción" en otras películas son la polilla gigante Mothra, el dragón de tres cabezas King Ghidora y mi favorita: la tortuga voladora Gamera.


Si nos ponemos 100tíficos, Godzilla se trataría de una especie de dinosaurio (combinación de varios tipos de dinosaurios) revivido o despertado por la radiación de las bombas atómicas.

El pavor atómico en Japón era bien real y la película subraya ese temor en dos líneas argumentales. La primera: Godzilla, que ha surgido por culpa de las bombas. Y la segunda el científico del parche en el ojo, descubridor de un horrible elemento que podría ser usado como arma. Y que al final será usado como arma contra Godzilla.
 
Mantengamos la esperanza

Esta película tiene tanto de entrañable que uno decide ignorar todos los aspectos de la producción que chirrían:
Las incoherencias argumentales, las contradicciones del guion y, claro está, los efectos especiales. En su día la producción fue bien esforzada y costosa (solo en las maquetas manufacturadas de ciudades y trenes que iban a ser destrozadas se les fue buen parte del presupuesto). Y el Godzilla apenas tiene movilidad y cuando pisa con fuerza el suelo, la pata de goma rebota en lugar de hundirse. Pero es difícil no tenerle cariño a este pobre monstruo al que han despertado de su sueño submarino y al que no dejan tranquilo. Cuando lo único que Godzilla quiere es seguir con su siesta milenaria.

Con su carisma Godzilla ha alcanzado la cima. Más allá de convertirse en una franquicia, que también, ha logrado el estatus de formar parte, no solo de la historia del cine, sino de la cultura japonesa.
Y para ello hay que ser muy grande (en el caso de Godzilla, unos 50 metros).



Godzilla. Japón bajo el terror del monstruo (Gojira; 1954) dirigida por Ishirô Honda. 

domingo, 14 de septiembre de 2025

Hiroshima, mon amour (1959)


Una pareja de amantes.
Ella es una actriz francesa que ha venido a Hiroshima a rodar un film internacional para la paz. Él es un arquitecto japonés.

Se han conocido, no sabemos cómo pero tampoco importa, pasan juntos una noche de pasión y luego no quieren despegarse aunque la realidad es que deberán separarse. Ambos están casados y ella debe volver a Francia.

La historia de amor es esta.
Ocurre en Hiroshima. Han pasado 14 años de ese fatídico 6 de agosto de 1945 en el que una bomba atómica fue lanzada sobre la ciudad.

Con la pareja de amantes en la cama, entre abrazos y lluvia de cenizas, una voz en off, la de ella, habla. Dice que ha visto Hiroshima.
Otra vez en off, la de él, dice que no. Que no ha visto Hiroshima.
Ella enumera lugares, por desgracia famosos, que ha conocido: el hospital, el museo memorial de la paz, el parque, la cúpula...
Él la corrige: no los ha conocido.

Este debate entre sábanas, en off, nos sitúa ya en esa zona gris y fantasmal que tiene esta película.
Ella, que vio los efectos de la bomba por televisión, ha venido y ha visto la realidad. Pero esa realidad NO es la de la bomba. Ni siquiera las consecuencias de la bomba. Sino su visión, su propia realidad. ¿Es la visión que tiene él de Hiroshima más real? Él quizás crea que sí, pero siguiendo la premisa de la película, la respuesta sería que no.
Uno puede abrir una puerta y mirar dentro de una habitación. Y ver lo que hay. Pero si la conoce de antes, puede "ver" lo que hubo. Y si es alguien imaginativo, puede incluso "ver" lo que podría haber allí algún día. 
Otra persona puede abrir la puerta y mirar la misma habitación, sin haberla visto antes. 
Pero ¿Quién ve la verdadera?
Todo esto que parece filosofía barata son ideas que flotan en la película. Como los fantasmas del pasado...
Ella, enamorada de ese desconocido con el que ha pasado la noche, le habla de su pasado en Nevers (Francia), de un amor de juventud, también pasional y de trágico final. 
¿Es real? ¿Es real lo que cuenta del encierro en el sótano y el corte de cabellos? 

Los amantes deben separarse pero no quieren. Se aferran y se alejan queriendo no separarse nunca.
Quizás, el saber que todo sea efímero, lo envuelve de perfección. 
El arrebato del momento. Y la certeza del inexorable final.
Si uno sabe que esa es la última flor, ¿acaso no parece ser la mejor flor sentida jamás?
Ese ambiente de entrevela viene dado, aparte de las imágenes y por su composición, por el texto. La película fue escrita (casi diría que "compuesta") por la escritora Marguerite Duras. 
La obra de Duras tiene ese filtro de irrealidad. No se trata de magia, sino más bien de una melancolía del recuerdo. Las cosas no son tangibles en Duras, se difuminan hacia atrás. 
Leer a Marguerite Duras es como despertarse de un sueño, y querer y poder volver a dormirse. Y luego preguntarse, e intentar recordar, si hemos despertado o si solo soñamos que nos despertamos.
 

La película también nos regala momentos peculiares:
Como el turismo de la bomba, con un tour turístico en autobús o la tienda de regalos de Hiroshima...
 

Y guiños cinéfilos. Como que el bar al que acuden se llame, premonitoriamente para su relación,... Casablanca.


Hiroshima, mon amour (1959) dirigida por Alain Resnais. Y con guion de Marguerite Duras, que eso aquí es importante.


domingo, 7 de septiembre de 2025

Los niños de Hiroshima (1952)


"La simpatía está muy bien, pero no sirve a los muertos"


Tanako es una profesora de primaria que aprovecha las vacaciones escolares para regresar a su ciudad natal: Hiroshima.


Han pasado cuatro años desde ese fatídico 6 de agosto de 1945, a las ocho y cuarto de la mañana, en que la bomba atómica fue arrojada sobre la ciudad.

La película recrea ese momento con un montaje de escenas que reflejan la rutina en la que estaban envueltos esas gentes, y esos niños, momentos antes de la tragedia.
Le siguen imágenes de los cuerpos agonizando o las ruinas de la ciudad.

Quizás el más dramático es "la sombra" de una persona en unos escalones. La persona fue volatilizada al instante y de ella solo quedó ese "tatuaje" en el suelo.
Un apunte cooltureta: Este macabro hallazgo también aparece en algunas historias del mangaka Yoshihiro Tatsumi.

Tras visitar la improvisada tumba de sus padres y su hermana Haru, en lo que antaño fue su casa, Tanako se reencuentra con un señor. El que fuera empleado de su padre, es ahora un mendigo medio ciego y con el rostro quemado.
Al saber que el anciano ha perdido a toda su familia menos a un nieto, que está en un orfanato. Tanako va a visitarlo. Y se ofrece a ocuparse del chico. 
Ese niño es todo lo que le queda al anciano y aunque él no puede cuidarlo, no quiere perderlo. Y el niño no quiere dejar a su abuelo.

Tanako visita a una antigua compañera de trabajo. Y luego a tres niños. Los niños fueron alumnos suyos en la guardería en la que trabaja el fatídico día de la bomba. 
A través de las visitas de Tanako se nos ofrece un crisol de situaciones de los supervivientes. Todas ellos afectados, de una u otra manera, por la guerra y por la bomba. Y por la radiación. 

Silenciosa y latente uno nunca sabe cuándo la radiación va a atacarlo. A veces no es hasta años después que aparece. Extendiéndose por herencia, a hijos o nietos de los afectados directamente.


El desconocimiento y el miedo de la radiación y sus horribles efectos, provocó que los hibakusha, los supervivientes de la bomba, fuera tratados como parias durante años por sus propios conciudadanos.
Otro apunte cooltureta: Los supervivientes de la bomba es el tema que se explora en el manga "La ciudad al atardecer. El país de los cerezos" de Fumiyo Kouno.


La película fue escrita y dirigida por Kaneto Shindô del que ya hemos comentado aquí Onibaba (1964), con aquellas campesinas sobreviviendo a toda costa y Edo Porn (1981), la película más o menos biográfica del pintor Hokusai.

Kaneto Shindo se basó en el libro "Los niños de Hiroshima" de Arata Osada, rector de la universidad de Hiroshima, que recopiló unos 2.000 ensayos de alumnos de primaria y de secundaria acerca del ataque nuclear que vivieron en primera persona.

La película tiene hoy en día un extra: El innegable valor documental, ya que fue rodada en escenarios reales. En las ruinas. Como aquella película de RosselliniAlemania, año cero.

Fugazmente vemos a un personaje trabajando en la construcción del Museo Memorial de la Paz. Edificio que hoy en día concentra el recuerdo de aquellos terribles hechos acaecidos de Hiroshima.

A lo largo de la película veremos, gracias a las visitas de Tanako (nuestra Virgilio por este infierno ruinoso), personajes esperanzados y otros de resignados. Gente derrotada y niños que ríen y juegan. Porque la vida siempre empuja y sigue. Incluso a pesar del miedo.

Ese miedo que siente Tanako y su amiga en su despedida en el puerto cuando, de repente, oyen el ruido de un avión que les sobrevuela. El miedo de lo que podría significar las paraliza. Y la vida, vuelve a detenerse un instante.


Los niños de Hiroshima (Genbaku no ko; 1952) dirigida por Kaneto Shindô.

Una película que recrea, con dureza pero sin morbosidad, una realidad implacable: el horror de la guerra. De la peor de las guerras.