domingo, 14 de septiembre de 2025

Hiroshima, mon amour (1959)


Una pareja de amantes.
Ella es una actriz francesa que ha venido a Hiroshima a rodar un film internacional para la paz. Él es un arquitecto japonés.

Se han conocido, no sabemos cómo pero tampoco importa, pasan juntos una noche de pasión y luego no quieren despegarse aunque la realidad es que deberán separarse. Ambos están casados y ella debe volver a Francia.

La historia de amor es esta.
Ocurre en Hiroshima. Han pasado 14 años de ese fatídico 6 de agosto de 1945 en el que una bomba atómica fue lanzada sobre la ciudad.

Con la pareja de amantes en la cama, entre abrazos y lluvia de cenizas, una voz en off, la de ella, habla. Dice que ha visto Hiroshima.
Otra vez en off, la de él, dice que no. Que no ha visto Hiroshima.
Ella enumera lugares, por desgracia famosos, que ha conocido: el hospital, el museo memorial de la paz, el parque, la cúpula...
Él la corrige: no los ha conocido.

Este debate entre sábanas, en off, nos sitúa ya en esa zona gris y fantasmal que tiene esta película.
Ella, que vio los efectos de la bomba por televisión, ha venido y ha visto la realidad. Pero esa realidad NO es la de la bomba. Ni siquiera las consecuencias de la bomba. Sino su visión, su propia realidad. ¿Es la visión que tiene él de Hiroshima más real? Él quizás crea que sí, pero siguiendo la premisa de la película, la respuesta sería que no.
Uno puede abrir una puerta y mirar dentro de una habitación. Y ver lo que hay. Pero si la conoce de antes, puede "ver" lo que hubo. Y si es alguien imaginativo, puede incluso "ver" lo que podría haber allí algún día. 
Otra persona puede abrir la puerta y mirar la misma habitación, sin haberla visto antes. 
Pero ¿Quién ve la verdadera?
Todo esto que parece filosofía barata son ideas que flotan en la película. Como los fantasmas del pasado...
Ella, enamorada de ese desconocido con el que ha pasado la noche, le habla de su pasado en Nevers (Francia), de un amor de juventud, también pasional y de trágico final. 
¿Es real? ¿Es real lo que cuenta del encierro en el sótano y el corte de cabellos? 

Los amantes deben separarse pero no quieren. Se aferran y se alejan queriendo no separarse nunca.
Quizás, el saber que todo sea efímero, lo envuelve de perfección. 
El arrebato del momento. Y la certeza del inexorable final.
Si uno sabe que esa es la última flor, ¿acaso no parece ser la mejor flor sentida jamás?
Ese ambiente de entrevela viene dado, aparte de las imágenes y por su composición, por el texto. La película fue escrita (casi diría que "compuesta") por la escritora Marguerite Duras. 
La obra de Duras tiene ese filtro de irrealidad. No se trata de magia, sino más bien de una melancolía del recuerdo. Las cosas no son tangibles en Duras, se difuminan hacia atrás. 
Leer a Marguerite Duras es como despertarse de un sueño, y querer y poder volver a dormirse. Y luego preguntarse, e intentar recordar, si hemos despertado o si solo soñamos que nos despertamos.
 

La película también nos regala momentos peculiares:
Como el turismo de la bomba, con un tour turístico en autobús o la tienda de regalos de Hiroshima...
 

Y guiños cinéfilos. Como que el bar al que acuden se llame, premonitoriamente para su relación,... Casablanca.


Hiroshima, mon amour (1959) dirigida por Alain Resnais. Y con guion de Marguerite Duras, que eso aquí es importante.


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