viernes, 1 de septiembre de 2023

Orlando


Los padres de Orlando habían cabalgado por campos de asfódelos, y campos de piedra, y campos regados por extraños ríos, y habían cercenado de muchos hombros, muchas cabezas de muchos colores, y las habían traído para colgarlas de las vigas.

Sus abuelos habían sido nobles desde que empezaron a ser. Habían salido de las nieblas boreales con coronas en las cabezas.

 para determinar un matiz preciso de verde, miró (y con eso mostró más audacia que muchos) la cosa misma, que era un arbusto de laurel bajo la ventana.

Una cosa es el verde en la naturaleza y otro en la literatura.

Hombres de letras cuya ingenio tan a menudo les impide ascender.

Los curas la gobernaban y economizaban su ropa interior para socorrer a los pobres.

Se congelaban los cadáveres y no los podían arrancar de las sábanas.

Era tan extraordinario el rigor de la helada que a veces ocurría una especie de petrificación; y era general suponer que el notable aumento de rocas en determinados puntos de Derbyshire se debía, no a una erupción (porque no la hubo), sino a la solidificación de viandantes infortunados que habían sido convertidos literalmente en piedra.

Entonces le pareció que la vida no valía la pena de ser vivida.

Pues una vez que el mal de leer se apodera del organismo, lo debilita y lo convierte en una fácil presa de ese otro azote que hace su habitación en el tintero y supura en la pluma. El miserable de dedica a escribir.

Parecía más habituado a regañar que a adular; a disputar que a arrullar; a trepar que a ascender; a luchar que a reposar; a odiar que a amar. Eso lo traicionaba también cierta rapidez en sus movimientos, y algo suspicaz y fogoso en la mirada.

Hablaba todo el tiempo de sí mismo, pero era tan ameno su trato que uno podía pasarse la vida escuchando la historia de su fiebre.

No sería exagerado decir que salía con treinta años después de almorzar y volvía a cenar con cincuenta y cinco a lo menos.

El cambio de sexo modificaba su porvenir, no su identidad.

En circunstancias normales una muchacha linda y sola no hubiera pensado en otra cosa: el edificio entero de la moral femenina descansa en esa piedra fundamental; la pureza es su joya, su eje central, que deben proteger hasta la locura y a cuya pérdida no deben sobrevivir.

¿Un poco de gordura, señora? -le preguntó-. Permítame servirle una rebanadita del tamaño de una uña.

Entonces era el perseguidor, ahora la fugitiva.

Mentir le parecía inhábil y trabajoso.

Hay que peinarse -pensó-, y sólo eso me tomaría una hora cada mañana.

Y dio que pensar a qué punto habíamos llegado, cuando una mujer tiene que ocultar su belleza para que un marinero no se caiga del palo mayor.

La poesía puede corromper más seguramente que la lujuria o la pólvora.

Orlando ya sabía por su propia experiencia de hombre que éstos lloran tan a menudo y tan sin razón como las mujeres; pero también sabía que las mujeres deben escandalizarse cuando los hombre se emocionan delante de ellas, y se escandalizó.

Muchas mujeres jurarían que nunca es tan sensible la soledad como inmediatamente después de que a uno le haya hecho el amor.

Algunos filósofos dirán que el cambio de traje tenía buena parte en ello. Esos filósofos sostiene que los trajes, aunque parezcan frivolidades, tienen un papel más importante que el de cubrirnos. Cambian nuestra visión del mundo y la visión que tiene de nosotros el mundo.

A no ser posible dar un paseo, sin que la asfixiaran, sin que le regalaran un sapo de esmeraldas, y sin que un Archiduque le hiciera un ofrecimiento matrimonial.

Es indiscutible que la mudez de las bestias es un estorbo para los refinamientos del diálogo.

Todo es una ilusión (lo cual no significa un reproche, porque las ilusiones son lo más necesario y lo más precioso que hay en el mundo, y quien puede crear una sola es un máximo bienhechor), pero como es sabido las ilusiones se hacen pedazos cuando las toca la realidad.

Todos los secretos de un escritor, todas las experiencias de su vida, todos los rasgos de su espíritu, están patentes en su obra, y sin embargo exigimos comentarios críticos y relatos biográficos. La única explicación de ese crecimiento monstruoso es la necesidad de matar el tiempo.

Una mujer sabe muy bien que por más que un escritor le envíe sus poemas, elogie su criterio, solicite su opinión y bebe su té, eso no quiere absolutamente decir que respete sus juicios, admire su entendimiento, o dejará, aunque le esté negado el acero, de traspasarla con su pluma.

Y yo, la dueña de todo esto -Orlando pensó, echando una mirada al pasar a las innumerables ventanas heráldicos del hall-, estoy soltera, estoy impar, estoy sola.

-Señora -gritó el hombre echando pie a tierra-, ¡usted está herida!
-Estoy muerta, señor -le contestó.
Minutos después estaban comprometidos.

Y con tal que piense en un hombre, a nadie le parece mal que una mujer piense.

Mientras ella escribía, el mundo había continuado. Exclamó:
-¡Si yo me hubiera muerto, hubiera sido lo mismo!

En cuanto uno se pone a declamar palabras ¡qué tontas parecen!

En cuanto uno se pone a declamar palabras... 😎



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