sábado, 9 de septiembre de 2023

Alcarràs

Alcarràs (2022) de Carla Simón.


Una familia que lleva años viviendo de unos cultivos se encuentra que parte de esas tierras no son suyas. Hubo un acuerdo verbal -como se hacía entonces- y ahora, terminada la recolección de fruta, perderán los campos. 
El propietario harto de perder dinero con los frutales pretende "plantar" placas solares. 
La familia, con su rifirrafes generacionales, se afana en recolectar la fruta por unos míseros céntimos. Será todo lo que las grandes cadenas comerciales les pagarán.


La propiedad, la tierra, el hogar, la familia, el futuro de los hijos, el precio de la fruta, el progresivo e inexorable abandono de los terrenos de cultivo...
Y la familia implosionando. 

Duras palabras de un hijo a un padre.

La foto de familia

¿Por qué se van los primos?
Por peleas entre hermanos

Las tías y el minipímer


Como esta familia, como tantas, no hablan, uno va descubriendo las verdades a escondidas. Serán los hijos los que, con la cámara de testigo -y nosotros ahí-, vayan descubriendo en riñas entrecortadas en horas intempestivas, rencillas y reproches que no se dicen pero se sienten...




La vaca y el perreo para el TikTok:




Protestar por la injusticia, el lloriqueo inútil, cuando todo está perdido de antemano.

Venga en sus marcas... ¡Familia, actúen normal!


El patriarca familiar, Rogelio, siempre parece apunto de decir o hacer algo. La culpa que siente es abrumadora, aunque nada pudo hacer... Y calla, aunque ahora se lo echen en cara.
Y luego está ese padre de familia, Quimet, enojado todo el rato, que no tiene más que gruñidos para sus hijos. Gran impotencia con todo en su vida: el dolor físico que siente, las tierras que perderá, la cosecha que no le da, el cuñado "traidor", y la hermana que le encasqueta los sobrinos. Al menos gana el concurso de "beure amb porró".

Mi momento favorito de la película:
La madre repartiendo bofetones al hijo y al padre.
¡Merecidos!

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