viernes, 11 de marzo de 2022

Las uvas de la ira

Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath; 1940) dirigida por John Ford y basada en la novela ganadora del Pulitzer de John Steinbeck.

Lo más 'terrorífico' de esta película ambientada en la Gran Depresión y el éxodo masivo de granjeros de Oklahoma hacia la costa Oeste de los Estados Unidos, la tierra de leche y miel de California, es que AÑOS después estos éxodos masivos siguen sucediendo. En otro lugar, en otro país o en otros continentes, familias como los Joad, cargan con lo poco que tienen e inician una epopeya de humillaciones y esperanzas, hacia una tierra -que creen también- de leche y miel.




Antes de comentar, un poco de #EstadísticasUP:
El señor Darryl F. Zanuck (productor al que recordarán de la reseña de El pájaro azul) adquirió los derechos de la novela de Steinbeck por 75.000 dólares. La película costó unos 800.000 $. Y recaudó, en su momento, dos millones y medio. 

💃 (emoji de Zanuck celebrando) 


Con John Ford, ese tipo arisco que hacía westerns, viene su "familia". Delante de la cámara, un reparto de secundarios con rostros de gente corriente que vemos una y otra vez en sus películas. Y detrás de la cámara, maestros artesanos en lo suyo, como el director de fotografía. 

Gregg Toland plasma la tragedia que aquí se nos cuenta en un blanco y negro que siempre es mucho más negro que blanco. Por momentos es cine de terror, con rostros bailando ante la luz de una vela sobre un fondo negro como la noche. La paleta de grises sucios, andrajosos y rotos, de los campamentos, junto con el polvo y la aridez del desierto (y de los corazones de las gentes) aparecen en pantalla como las viejas fotos que Ma Joad quema al dejar atrás su casa para siempre.
Toland trabajaría con Welles en Ciudadano Kane o con Wyler en Los mejores años de nuestra vida. Y se iría de nuestro mundo con solo 44 años.

La tarea del guionista Nunnally Johnson en adaptar la prestigiosa y premiada novela se vio recompensada con una nominación al Oscar (que no ganó). Johnson repetiría nominación con Holy Matrimony y unos años más tarde lograría el premio por su guion en El hombre del traje gris.  

Y de premios Oscar, Las uvas de la ira estuvo nominada a 7, al final se llevó dos, al mejor director y -sin duda alguna- a la mejor actriz para Jane Darwell como Ma Joad, esa matriarca que lucha por mantener unida una familia que se va desmembrando por el camino.
Heny Fonda también estuvo nominado y es para mí la "pega" de la película. 
Todos los personajes son gente corriente, anónimos rostros, que representan esos migrantes desahuciados buscando la esperanza. Pero Henry Fonda sigue siendo Henry Fonda aunque intente ir despeinado y sucio. ¡Qué hace Henry Fonda ahí, en los áridos campos de Oklahoma!
Entiendo que alguna estrella debía tener la película para "venderse" y que Fonda debe ser la mejor estrella para ese papel. Menos creíble, a mis ojos, hubiese sido  aún cualquier otro rostro conocido. Pero para mí, Henry Fonda ni viene de la cárcel, ni ha matado a nadie nunca jamás.


La aridez de las tierras (y de los corazones de las gentes) se refleja con maestría con ese tipo montado en su coche que les apremia a irse de "sus" tierras. La casa y la tierra en la que algunos parientes han nacido o han muerto ya no les pertenece sino a una Compañía. Y ésta hace lo que dice el banco. Y el banco está en Tulsa. Pero allí solo hacen lo que dicen en New York. Y así, pregunta el granjero desahuciado, ¿a quién tengo que matar? 
¿Quién es el culpable? Nadie y casi todos.


Esa finca que más que unos campos de cultivo parecen un lager nazi (aún desconocido para el mundo lo que iba a ocurrir allí), con sus altas verjas y sus guardias armados, humillando y maltratando gente hambrienta. Compatriotas suyos, como el policía del pueblo vecino que les apremia a irse amenazándoles con una detención, o el conductor del bulldozer, hijo del vecino, que ahora derriba casas de los terrenos colindantes a los suyos por mantener a su familia.
O esa infraestructura del gobierno que debe "autodefenderse" de la propia policía en un giro retorcido de la administración. Incluso ahí, con su comité, sus baños y sus bailes del sábado noche, una nube negra cubre aquella arcadia y los Joad y miles como ellos, deben irse, expulsados.

Les queda el orgullo de pagar 10 centavos de pan porque regalado no lo quieren aceptar. El orgullo de no pedir limosna. No son vagos mendicantes, sino solo hambrientos en busca de una oportunidad de trabajo. 
Dejaron atrás su casa y ya no parece haber sitio para ellos en ningún otro lugar.  Como ese señor que hace el camino contrario, de la California en la que ha visto morir de hambre (y no de para cardíaco) a sus hijos y vuelve para morir de una vez, y no en muchas veces, a su "casa".


Para acabar diré que aunque parezca extraño, la película es más "positiva y alegre" que la propia novela.


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