martes, 1 de junio de 2021

El crimen de Sylvestre Bonnard




-Es un libro histórico -me dijo amablemente-, un libro de historia verdadera.
-En ese caso -respondí- será muy aburrido, porque los libros históricos que no mienten resultan fastidiosos.

¿Para qué necesitarán un hijo esas gentes?
-Teresa -la respondí-, sin duda no lo necesitan para nada, pero la Naturaleza quiere que lo tengan y les ha hecho caer en su lazo.

No se sabe de dónde ha venido, pero estoy cierta de que llegaron del país de la Frescura en el coche de la Miseria.

Una cara bonita es una maldición del cielo.

Quien vive poco, cambia poco, y no es vivir emplear los días en el estudio de textos antiguos.

Hoy me siento más empapado que de costumbre en esa vaga tristeza destilada por la vida.

El pobre que vive sin ansias posee el mejor de los tesoros: se posee a sí mismo. El rico ambicioso es un miserable esclavo.

Somos eternamente niños, y se nos antojan sin cesar nuevos juguetes.

La señora y su acompañante serán personas ricas de las que pasean su aburrimiento por el mundo. Debemos compadecer a los ricos; sus bienes los rodean, pero sin penetrarlos; en su interior son pobres y carecen de todo. Es lamentable la miseria de los ricos.

Mucho se aprende en los libros, pero se aprende mucho más a través de países diversos.

Bonnard -me dije- un viejo, que pasa como tú la vida entre libros, no sabe hablar con las mujeres.

Para que yo recibiera hoy felicitaciones cariñosas, tendrían que salir de la tierra, puesto que todos los que me querían están enterrados.

Bonnard -me decía-, descifras textos antiguos pero no sabes leer en el libro de la vida.

Yo he construido mi ensueño en mi biblioteca, y cuando me llegue la hora de abandonar eres mundo, ¡ojalá me encuentre Dios sobre mi escalera frente a los estantes repletos de libros!

El esfuerzo que hacemos los sabios para retener y conservar las cosas muertas, es un esfuerzo penoso y vano.

La sabiduría no es nada, la imaginación lo es todo. Sólo existe lo que se imagina.

Se engañaba a sí mismo antes de engañar a los demás, y sin duda en esto consistía su mayor destreza.

Una de esas mujeres caníbales que el capitán Cook describe en sus viajes, desnudas, tatuadas, con un anillo en la nariz y complacidas en devorar carne humana.

"consintió en morir". El magnífico Goethe, cuya fuerza vital era extraordinaria, creía en efecto que cada uno muere cuando le place.

¿Cómo no vivir agitado entre esos libros que a todas horas excitan mi curiosidad y la fatigan sin satisfacerla?

Le ruego que si siente deseos de oponer algunas objeciones a mi réplica, suprima las animosidades y trate con más amabilidad a este viejo.

No te quejes, Octavio y reflexiona.
Pides respeto, y tú nada respetas.

El arte de la enseñanza estriba en saber despertar curiosidades en las inteligencias juveniles y en satisfacerlas después.

Cuando usted haga para vivir aquí sin odio y sin amargura, la servirá para vivir algún día en paz y dichosa en su casa.

Fuiste un imbécil por haber puesto atención en lo que decía, dos veces imbécil por haberle oído; y tres veces imbécil por retener en la memoria lo que valiera más no escuchar.

Las personas decentes, según ella, no van a comer al restaurante.

No será una avaricia altiva ni un orgullo egoísta lo que me obligue a destruir este monumento de una vida humilde, sino el temor de que las cosas que fueron para mí queridas y sagradas resultan, por falta de arte, vulgares y ridículas.

Me cree usted fuerte porque resistí asaltos que hubieran matado por completo a personas de condiciones distintas y que a mí sólo me han matado a medias.

La tranquila indiferencia es la más grande virtud.

A nadie en el mundo se respeta tanto como a un viejo avaro.

Todas las mudanzas, incluso las más deseadas, producen melancolía. Es lo que abandonamos una parte de nosotros mismos. Hemos de morir a una vida para entrar en otra.



El crimen de Sylvestre Bonnard
Anatole France

Esta lectura formaba parte del Reto Lector: Efemérides 2021

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