Nuestras faltas son tercas, nuestro pesares, flojos;
cobramos alto precio por nuestras confesiones
y, en el fondo, creemos lavar nuestras acciones
con el infame llanto que arrasa nuestros ojos.
Al Lector
Precisas por ganar el trozo de pan diario
tal como un monaguillo mover el incensario,
y entonar los Te Deum que no te inspiran nada,
o saltimbanqui hambriento, lucir todo tu encanto
y desatar tu risa, que oculta amargo llanto,
para arrancarle al vulgo su ruda carcajada.
La musa venal
Nada alegra estos muros que encierran mis despojos.
El mal monje
¡Oh dolor! ¡Oh, dolor! ¡Come el Tiempo la vida,
y el obsceno enemigo que roe el corazón
crece y se torna fuerte con la sangre perdida!
El enemigo
Yo reino en el azur, esfinge postergada;
mi blancura es de cisne y mi corazón, nieve;
porque enreda las líneas, odio lo que se mueve
y no río jamás, y no lloro por nada.
La belleza
-¡Ella llora, insensato, sólo porque ha vivido!
¡Y porque vive aún! Mas lo que ella deplora
más, y que la estremece y humilla de mil modos,
es que habrá de vivir mañana, ¡hora tras hora!
¡Y pasado mañana, y siempre! ¡Como todos!
La máscara
El amante de bruces sobre el cuerpo que ama
semeja un moribundo que su tumba acaricia.
Himno a la belleza
¡Sí! Vos seréis así, reina de todo encanto,
tras el último sacramento,
cuando bajo las hierbas del viejo camposanto
os pudráis, y del musgo lento.
Una carroña
En el cubil de mi profunda pena,
donde el Destino ya me ha relegado
y un sol rosa y feliz no ha penetrado,
y la inhóspita Noche me enajena,
Un fantasma
La Dolencia y la Muerte hacen un día
cenizas del ardor de nuestras frentes,
El retrato
¿Es posible asfixiar al Remordimiento?
Lo irreparable
Por ir tras sombras sin pensar
recibirá duro escarmiento
todo el que cambie de lugar.
Los búhos
Es amargo y es dulce en las noches de invierno
escuchar junto al fuego que palpita y ahúma
los recuerdos lejanos elevarse en lo interno
al son de carillones que canta en la bruma.
La campana quebrada
Yo veo al desdichado, mito extraño y fatal,
tornar al cielo a veces, como el hombre de Ovidio,
al irónico cielo, cruelmente azulado,
su cabeza convulsa y alzarla con fastidio,
¡como si al mismo Dios reprochara su estado!
El cisne
¡Y me aterró envidiar a tanto desvalido
que correr hacia el abismo con furia desalada,
que, ebrio de su sangre, siempre habrá preferido
el dolor a la muerte y el infierno a la nada!
El juego
Al abrir mis ojos ardientes
yo vi el horror de mi garita
y sentí horadarme inclementes
filos de mi ansiedad maldita
Sueño parisiense
Siento a veces mi sangre escaparse a raudales,
como una fuente de sollozos musicales.
Oigo bien cómo fluye murmurando en su huida,
pero me palpo en vano para encontrar la herida.
La fuente de sangre
La muerte es quien consuela y a vivir nos ayuda;
es meta de la vida y la sola esperanza
que, embriagador elixir, por las venas avanza
e impulsa hasta el final de la jornada ruda.
La muerte de los pobres
Mi cuna estaba a una biblioteca contigua
La voz
El reloj, a su vez, susurra: ¡Está maduro
el condenado! En vano le muestro el cuerpo infecto.
¡El hombre es ciego, sordo y frágil, como un muro
que habita y que carcome algún insecto!
Lo imprevisto
Las flores del mal
Charles Baudelaire
Esta lectura formaba parte del Reto Lector: Efemérides 2021
Charles Baudelaire
Esta lectura formaba parte del Reto Lector: Efemérides 2021
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