¿Hay alguna razón por la que deban trabajar quienes no lo necesitan? Prefiero que mis úlceras las produzca la buena vida.
Es puramente cuestión de circunstancias, sin que tenga absolutamente nada que ver con el temperamento. La gente llega hasta un límite determinado... y sólo hace falta algo, cualquier insignificancia, que les empuje a dar el salto.
¿Por qué no lo hace, en vez de seguir hablando de ello?
Después, se duchó y se vistió como si tuviera que hacer algo aquel día, aunque no era así.
A veces me parece que aborrezco todo cuanto hay en el mundo. Ni pizca de decencia, ni de conciencia.
Siempre había ocurrido alguna cosa que le privaba del placer que ya daba por seguro.
Los procesos judiciales eran como un juego malévolo cuyo objetivo aparente no consistía en demostrar la verdad sino en permitir que los abogados se acometiesen mutuamente y uno de ellos resultase finalmente derribado a causa de algún tecnicismo.
Había, pensó, cierta falta de dignidad en la prisa.
Ella le ofrecía la ternura y la seguridad que tanta falta le hacían. Guy había comprobado que no siempre podía aceptarlas.
Los razonamientos no conseguían aliviar su ansiedad, ni hacerla menos agotadora.
¿Me harás el favor de dejar de esperar que suceda lo peor... por todo?
El domingo se había sentido demasiado cansado y deprimido para ver a nadie.
La misma luz que vería cada uno de los amaneceres de su vida, que siempre le revelaría aquella habitación; y la habitación se haría más definida a fuerza de repeticiones, y su horror, más cortante.
La ley de la sociedad era benévola comparada con la de la conciencia.
... la frecuenta sensación de no estar donde estaba, haciendo lo que hacía.
La Theologica Germanica -recordó Guy- decía que los antiguos germanos juzgaban inocente o culpable a un acusado según el número de amigos que acudían a dar fe de su carácter.
Helen era dibujante de publicidad, y buena, según Anne, pero trabajaba solamente cuando se le acababa la asignación trimestral y caía en un período de depresión.
Guy se percató de lo fácil que era mentir cuando había necesidad de hacerlo, pero se daba cuenta que iba tejiendo una tupida red de mentiras en torno a él, y temía que algún día diese un paso en falso.
Y su madre, vengativa, malévola como siempre, sin importarle dónde recaía la culpa, siempre y cuando fuese sobre alguien, sin que la pena lograse conmoverla, ablandarla.
Extraños en un tren
Patricia Highsmith
Esta lectura formaba parte del Reto Lector: Efemérides 2021
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