domingo, 22 de diciembre de 2019

Señora de rojo sobre fondo gris



Un libro te remitía a otro libro, un autor a otro autor, porque, en contra de lo que solía decirse, los libros nunca te resolvían problemas sino que te los creaban, de modo que la curiosidad del lector siempre quedaba insatisfecha. Y, al apelar a otros títulos, iniciabas una cadena que ya no podía concluir sino con la muerte.

Es algo que suele suceder con los muertos: lamentar no haberles dicho a tiempo cuánto los amabas, lo necesarios que te eran.

Cuando alguien imprescindible se va de tu lado, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales.

Sustituía los argumentos por voces, como siempre que uno no está convencida de lo que está diciendo.

Día a día se acentuaban las molestias y no parecía lejano el momento del total derrumbamiento.

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