Se preguntó si para defender el silencio hacía falta hablar tanto.
Paqui era una rara, pero un rara inofensiva a la que, una vez mirada, ya no merecía la pena mirar más.
Hablaba dando por sobrentendidos montones de detalles, de modo que nadie se atrevía a preguntar lo que se suponía que ya debía saber, y al final todo quedaba en una nebulosa.
Rosa siente que obedece a un mandato. No de nadie, por supuesto, sino de la persona que anida en su interior, esa desconocida.
Hombres feos, tripones, con trajes que no le quedan bien a nadie, junto a chicas a las que les queda bien todo.
La familia
Sara Mesa
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