lunes, 19 de agosto de 2019

Política de quejas

Todo empezó con LaJefa volviendo muy alterada de una reunión con el alcalde…
En realidad, todas las reuniones, con el alcalde o quien sea, la alteran. 
Bueno… Todas las reuniones en general.


-A ver -dijo-, ¿os podéis levantar un momento?
Y nos levantamos.
Se alejó unos metros hacia atrás del mostrador y entonces dijo:
-¿Podéis venir un momento aquí atrás?
Y fuimos dejando el mostrador a su suerte.
Y entonces no dijo que el señor T, ilustre regidor de cultura y …, se había quejado de nuestra poca simpatía y amabilidad.



Y ahora les contaré la historia de forma cronológica porque esto no es un experimento de literatura ni pretendo romperle la cabeza al lector (doy por supuesto que tengo al menos uno) elaborando una trama alambicada en la que haya que reunir las piezas de un puzzle.


Hace unos meses hubo elecciones municipales. Aquí, donde me hallo, volvió a ganar el mismo alcalde. Como siempre. Hace tanto que está en el cargo que en lugar de llevarse cosas del Ayuntamiento a su casa, creo que ha empezado a llevarse cosas de casa a su despacho. 
Por contra, los regidores han cambiado todos. 
(Podría enredarme en una disquisición de las riñas entre facciones de un mismo partido con muchas actualizaciones de nombre; o las habituales patadas a las sillas del “compañer@” con el fin de hacerlo caer; o simplemente, el cansancio humano ante la hipocresía entre lo que se dice y lo -poco- que se hace. Da igual).

Como dijo aquel: “son los vecinos los que eligen al alcalde y es el alcalde el que han elegido los regidores que los vecinos han elegido por el pueblo, de cuyo ayuntamiento es el alcalde”.
Creo que era algo así.
Más o menos.

Como los regidores van y vienen a cada legislatura, ni siquiera los becarios con aspiraciones a quedarse en la plantilla hacen ningún esfuerzo en conocerlos. Al fin y al cabo, en nuestra democracia local, los regidores no importan Aquí, desde siempre, manda el alcalde y los demás asienten y se sientan (o ya no se sientan más…).
El alcalde repartiendo sillas


Un día a media mañana aparece un señor con bermudas, chanclas y una camisa a medio abotonar (o a medio desabotonar, vete a saber), se planta ante el mostrador y dice:
-¿Está LaJefa?
(Obvio que no dijo LaJefa, él llamó por el nombre).
-No -dijo el compa-. Está de vacaciones.
Y el tipo con un ademán de mano, como si espantara una mosca que sólo veía él, dice:
-Pude haber mirado si estaba de vacaciones porque lo tengo ahí, pero… sólo pasaba por aquí.
Nosotros mudos.
Cambia el peso del cuerpo de pie y con desdén dice:
-Soy el regidor de cultura y blabla…
(El blabla lo dijo él).
El compa callado.
Yo digo: Ah. 
Así, sin exclamación. Fue como: A-a.
Silencio.
-Así que le habéis dado fiesta a laJefa.
(Aquí sí que él dijo “LaJefa”).
-Hombre -digo yo-, nosotros no le hemos dado fiesta…
Silencio.
-Bueno -dice-, me voy que…  Hasta luego.


Ahora haremos uno salto adelante en el tiempo.
El señor regidor de cultura fue a llorarle al alcalde, que llamó a LaJefa, la convocó a su despacho y la abroncó por la poca amabilidad y la falta de simpatía del personal.



En verdad les digo, que aún no sé qué fue lo que más molestia le causó al señor:
Que no lo conociéramos.
Que no nos riéramos con su “chiste”.
O no encontrar a una señora mayor con gafas, moño y rebequita al otro lado del mostrador de la biblioteca.

Porque esa, quizás, es la idea que tiene de la biblioteca (como no viene…) A la nuestra desde luego NO; si viniera le conoceríamos. 


Cuando laJefa se fue (a empezar a trabajar en la Memoria) mi compa buscó en el web municipal el nombre del regidor de cultura. Por si no se han fijado en el detalle, el tipo jamás llega a presentarse (y mucho menos a tendernos la mano ¡Cómo! ¡Un miembro de la élite gubernamental no puede relacionarse con los intocables!).
Cuando encontró la pequeña ficha en el web, mi compa lo buscó por los apellidos en el Serrucho (el programa de biblios). Y para sorpresa de muy pocos, nuestro nuevo regidor de cultura (al que todos los que le conocen le deben reír los chistes) no tiene carnet de les biblioteques de Catalunya.

No las debe usar.
No las debe conocer.
Debe ser de los que piensan que una biblioteca es un “espacio”, así que basta con abrir más horas el “espacio”. Y ya habrá cumplido su tarea como regidor de cultura.
Y alguno de sus acólitos le aplaudirá la propuesta y le reirá el chiste. Y a ese acólito le colocarán en algún departamento gubernamental y le darán una carpeta para pasearla durante la jornada laboral. Y tendrá sueldo y cargo por no hacer nada. Mientras aquí, en la biblioteca, falta personal desde hace meses y a nadie parece importarle.
Pero eso sí, yo tengo que ponerle buena cara...
Hago lo que puedo para sonreír, ¿vale?

Porque ciertamente no soy yo la persona más amable del mundo. Más bien lo contrario como ya quedó claro en este otro relato...

2 comentarios:

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