domingo, 25 de febrero de 2018

La tieta de la autora

El pasado martes, a las 10 de la mañana, había una charla en la biblioteca con una autora local. Una compa que entraba a trabajar reconoció a la autora deambulando por delante del edificio y la invitó a pasar. Entró con un tipo que ella nos presentó como su marido.
La autora local no vive en el pueblo desde hace mucho, pero como nació aquí está etiquetada como “autora local” de por vida. 

Abro un comentario sobre la etiqueta de Autor Local.
Autor local es todo aquel que haya nacido en la población o viva en ella o tenga una especial vinculación. Lo de “especial vinculación” es el comodín mediante el cual una biblioteca se apropia de autores ajenos. 
Aquí, por ejemplo, tenemos como autor local un señor que no nació aquí, ni vivió aquí, pero que una vez se detuvo a comer en el restaurante más famoso de la localidad y escribió una elogiosa crítica del restaurante y, cómo debía tener varias líneas que llenar aún, escribió largo y tendido sobre la población en general; todo ello en unos términos tan elogiosos que hicieron evidente que el vino le había sido servido con generosidad. Su columna semanal en el periódico fue muy comentada (aquí) e incluso es sabido que el alcalde le mandó una misiva invitándole a las fiestas. Aunque nunca vino (¿no vino porque no había vino? ._. ehem). El caso es que desde la publicación de esa crítica positiva sobre el restaurante y el pueblo ese señor es considerado autor local.
Así que, queridos opositores a biblioteca, recuerden que hay dos clases de autores locales. ¿Los vivos y los muertos? No. Los verdaderos y los apropiados. El señor de la crítica del restaurante es un claro ejemplo de apropiado. Los verdaderos, como la autora que nos visitó el pasado martes, son los que verdaderamente son “de aquí”. 
A veces pero, un autor intenta huir de su pasado y reniega del pueblo. Esto también lo conocemos bien. La autora más conocida y popular nacida aquí usa un seudónimo y JAMÁS ha visitado la biblioteca o una librería de su pueblo para presentar un libro, firmarlos por Sant Jordi, o dar alguna conferencia. En su web su lugar y fecha de nacimiento han sido alterados y solamente su página en Wikipedia dice la verdad. Quizás un bibliotecario-referencista malvado, se empeña en recordar, al mundo y a ella, que quiera o no, nació aquí. 
Quiero dejar claro que no fui yo ese wikireferencista malvado ._.
Y cierro el comentario sobre Autor local.

Total, que si tenemos a una autora local que un martes a las 10 de la mañana está dispuesta a venir, hay que aprovecharlo. (Apunto, por aquello de la fiscalización de las cuentas, que gratis, lo que es gratis, no vino. Pero como ese evento cultural no lo pagó la biblioteca no sufro dolor en la zona del bolsillo).

La autora local que nos ocupa es una muchacha muy old school. Tiene forjada una imagen pública que mantiene a base de presentarse a todos los eventos a los que es convocada con el mismo aspecto que tiene en la contracubierta de sus libros. Así es más reconocible para sus lectores. Considero admirable que en estos tiempos modernos haya gente dispuesta a mantener el gimmick con tanto fervor.

A falta de veinte minutos para abrir la biblioteca, alguien empujó la puerta de entrada y se coló dentro. Una señora mayor muy emperifollada se disponía a cruzar el vestíbulo cuando una compa, que estaba colocando la prensa del día, intentó atajarla con:
-Disculpe, aún no hemos abierto.
-Soy la tieta de la autora -espetó sin detenerse y dirigiéndose como un zeppelín hacia el centro de la sala.
“La tieta”, con su abrigo de animales muertos o de imitación de animales muertos, su collar de perlas y sus labios pintados con brocha -desde el bigote al mentón todo era rojo cereza-, se detuvo ante el marido de la autora y preguntó:
-¿Dónde está?
Así. Tal cual. Por el tono áspero y seco era evidente que aquella había sido una mala boda a ojos de “la tieta” y que ese marido que un martes a las 10 de la mañana no tenía otra cosa que hacer, no le era simpático.
-En el baño -dijo él con los manos en los bolsillos.
Si ella hubiera sido una agente de policía y el tipo un trapicheante, sólo por el tono de las frases, sabríamos que estaban hablando de droga.

Mientras esperábamos oír el ruido de la cisterna del baño para romper la tensión familiar, un servidor estaba haciendo la devolución de documentos sin usuario, o lo que es lo mismo, pasando por el programa de gestión de biblioteca, el popular #Serrucho, los documentos sacados del buzón de devoluciones. Una compa preparaba los puntos con las fechas y otra iba encendiendo los ordenadores de “Intenet i +”. (Si son seguidores de este blog y se preguntan dónde estaba #laJefa les diré -with a tear in my eye- que se había cogido fiesta ese día).
Ya con la autora local charlando con “la tieta”, capté parte de la conversación porque “la tieta” es de las que gritan al hablar. La autora local, por contra, es fan de las bibliotecas, así que sabe bajar el tono de voz y no oí qué contestaba. La charla fue así: 
-¿Y qué libros has venido a presentar hoy?
-...
-Ah, una conferencia. ¿Y cuándo sale el libro?
-...
-Sí, claro, por Sant Jordi. 

Y ahora viene la mejor frase de la charla. Ojo, que “la tieta” le dijo:
-No te he leído ni uno, pero los tengo en mi biblioteca.

¡ZASCA! en todo el árbol genealógico.


Y ahora vamos a hablar de la biblioteca de “la tieta”.
Obviamente “la tieta” no se refería a la biblioteca donde estaba, sino a una que tendrá en su casa y de la que, sea grande o pequeña, sí puedo decir que no permite que el servicio coja un libro. Lo digo porque la criada de “la tieta” viene de vez en cuando a la biblioteca (en la que trabajo) a buscarse lecturas.
Porque “la tieta”, amigo lector, tiene servicio. Y su servicio, en el año 2018, viste de uniforme azulón con delantal blanco y cofia. 

No viene mucha gente con cofia y un delantal debajo un chillón abrigo rosa a la biblioteca. Así que deduje que aquella muchacha sudamericana trabajaba en el “servicio doméstico”. Y gracias a una compa que es 100% “autora” local, y a la que le basta el apellido para dar a conocer la historia chismosa de una familia, me enteré que aquella chica de cofia y delantal trabajaba en casa de “la tieta” de la autora local.
Puro “Sherlockianismo Holmesiano”, amigos.


Pero volvamos a esa fría mañana… porque ocurrió otro hecho que merece ser conocido. De pronto, “la tieta” se acercó al mostrador y le espetó a la compa:
- Bueno, ¿abrís o no abrís? Lo digo porque hay gente esperando fuera.
Y mi compa respondió:
-Abriremos a la hora, como cada día.
¡ZASCA! en todo el horario de abertura, “tieta”



La charla en sí fue bastante anodina. La autora local puso el piloto automático de charlas-conferencias y apenas se salió de un discurso que era evidente que suelta allá donde la llaman. Fue muy aplaudida por aquellas personas que creen que para escribir basta seguir unas instrucciones de montaje; gente que pregunta cosas como: ¿Y a qué hora te pones a escribir? ¿Y cuántas páginas haces cada vez?
._. En fin…
La escritura, como otro arte creativo, se hace por necesidad vital. Y esto lo sabe y lo sufre la autora local y cualquiera que siente que necesita escribir.

“La tieta” no dijo ni mu durante la charla, pero se colocó bien cerca para la foto de grupo final. Luego en casa, el nieto con el photoshop quizás borre a los pueblerinos que la rodeaban o incluso puede que borre la biblioteca y ponga de fondo “su” biblioteca mediante un croma que sujetará estoicamente la “chica del servicio”.


Muchas gracias y un saludo a los autores locales, en especial a las de Cambrils. 😘


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