sábado, 23 de enero de 2021

Sí, Dios mío, sí

Sí, Dios mío, sí (Yes, God, yes; 2019) de Karen Maine


Alice (Natalia Dyer) es una adolescente que vive en una comunidad profundamente religiosa de la América central. De repente, es victima de un rumor de índole sexual. Asiste a un retiro religioso (con sus propios compañeros de instituto y dirigido por un capellán de su centro educativo).
Alice que es inocente (pero no ingenua ni tonta) descubre que allá donde mire encuentra un abismo entre lo que las figuras de autoridad "le dicen" y lo que esas mismas figuras de autoridad "hacen".

El ordenador nos sitúa en la época de Yahoo y las salas de chat del mIRC


El tema es delicado y la película es delicada. 
Esa delicadeza la transmite una tenue actuación, muchas veces sin palabras, de la actriz protagonista.
Natalia Dyer fue Nancy Wheeler en Stranger Things


Una película de instituto USA, debe incluir al capitán del equipo de fútbol (de fútbol americano se entiende) pero aquí, ese personaje se aleja de la imagen que decenas de películas nos han conformado.

No hay maldad en los personajes, ni siquiera en la vigilante de pasillo que va midiendo faldas. O en el capellán. O en el chico y su novia. Existe la culpa. Una culpa anticipatoria que frena (o debería, según los religiosos) la pulsión de los adolescentes, y de la vida adulta que se abre paso.
Éste es su mundo y viven en él buscando un bien superior (que limita, que atosiga y que atemoriza... pero no tanto como el "infierno" que hay si haces cosas sucias a los ojos de Dios, nos vienen a decir).
Quizás por ello, la huida de Natalia del campamento de noche se siente como peligroso. Así como esos segundos previos a la entrada en un bar de carretera mal iluminado.

El bar de carretera resulta ser un bar de lesbianas (por llamarlo de algún modo). Un brochazo que chirría por lo repentino y lo inesperado. Unos minutos de charla de barra de bar con la propietaria, que le cuenta que también a ella la atemorizaron con el infierno, bastan para darle un "clic" al personaje. 
La chica del bar la devuelve, con su moto, al campamento. Pero con una semillita de esperanza: huir de esa comunidad hacia alguna universidad de la costa.

Natalia se despide del campamento sin venganza (ni sin confesiones de verdad innecesarias).  

Resumiendo:


La película recuerda el ambiente de Lady Bird, pero sin esa sorna y desparpajo de la protagonista. Aquí el peso de la América religiosa es mucho más intensa. Pero el film nunca viene a reírse de, ni a ser grosero con... Y desde luego no es explicito en nada indecoroso.
Porque rebobinar Titanic, una y otra vez, hasta la escena de sexo no es pecado.


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