domingo, 6 de agosto de 2017

La madre del Gamer

Antes de abrir la biblioteca el Gamer ya estaba allí.

El Gamer es un chico paliducho de unos siete años que se pasa el verano en los ordenadores de la biblioteca. Según las tablas de Moisés (el reglamento de la biblioteca) solo los mayores de 9 años pueden estar solos en las instalaciones. Pero cuando se informó de ello a la madre del Gamer, ella fingió no entender ni una palabra en nuestro idioma (lo cual debe ser engorroso para su trabajo de camarera en el restaurante chileno de la esquina).


Esta mañana, a las 10:15, la madre del Gamer ha entrado en la biblioteca y se ha dirigido a la zona de los ordenadores infantiles. A esa hora sólo estaba el Gamer jugando allí desde las 10:01 (abrimos a las 10, como ya habrán deducido). Yo estaba en el mostrador, escuchando a la señora mayor que sólo lee novela negra y necesita spoilear las tramas de todas sus lecturas, cuando he oído el ruido de una bolsa de patatas fritas abriéndose.
Debido a mi trabajo en la biblioteca he desarrollado algo así como un tercer sentido para identificar paquetes de comida abriéndose a dos pisos de distancia. He lanzado un vistazo hacia la zona de los ordenadores, pero la madre del Gamer estaba plantada de espaldas a mí y me tapaba la visión del niño comiendo. Y sabía que estaba comiendo porque le oía masticar.
-Disculpe - he dicho levantando el dedo como leve protesta.
La madre del Gamer no se ha movido, pero por detrás de la estatua ha asomado la cabeza del Gamer con los mofletes hinchados mientras hacía crujir el contenido de su boca.
- Y entonces va a su casa y la mata y todo es sangre - iba contando la señora mayor que como tiene tiempo se lee todas las novedades pero como no tiene amigas lucidas no puede destripar sus lecturas a nadie más.
- DISCULPE - he lanzado mi voz hacia los ordenadores de nuevo.
Entonces he oído a la madre del Gamer decir:
- Deprisa, deprisa.
Eso ya era demasiado. No sólo me aparca el niño solo allí, sino que le viene a traer comida a escondidas para que no tenga que dejar la partida. Pero la gota que ha rebasado el vaso de mi paciencia es que la señora tapaba con su cuerpo al niño comiendo. Es decir que ya sabía, o le parecía, que sentado en los ordenadores de la biblioteca no se debía comer, pero estaba allí apremiando al niño que comiese deprisa-deprisa, y procurando que yo no lo viese.
Me he levantado del mostrador y me he dirigido hacia allí dispuesto a desatar la tormenta del siglo (todo lo contrario de lo que hay que hacer según los manuales de mindfulness, empatía social y civismo avanzado. Pero hay momentos en la vida que hay que dar un puñetazo en la mesa y decir: ¡BASTA!)


Puedo entender a la gente que se emociona en la charla y no se percata que están hablando demasiado alto la biblioteca.
Puedo entender a la gente que se despista y olvidan bajar el volumen de su móvil.
Puedo entender los que devuelven un libro tarde porque la realidad te distrae.
Puedo entender a los que les sucede algo, una alegría o una desgracia, y ante tal avalancha de acontecimientos, pensar en devolver el libro a la biblioteca no es prioritario.
Pero los que se ponen a comer en los ordenadores de la biblioteca son unos guarros y punto.


- Disculpe, aquí no se puede comer -digo.
- No estoy comiendo -dice ella.
Miro al Gamer. El Gamer con la boca llena y restos de patatas fritas alrededor de la boca, en la camiseta de la patrulla canina y a sus pies, mira a su madre.
- Solo ha comido una -dice.
- ¿No ve que se pone todo perdido de comida y es asqueroso? - le digo a la madre del Gamer.
- Es solo un niño pequeño, él no sabe.
- ¡SE LO ESTOY DICIENDO A USTED!



Cuando he vuelto al mostrador, la señora mayor que lee novela negra ya había terminado con Pierre Lemaitre y ahora destripaba lo último de John Connolly.
._.



Notas al pie
“algo así como un tercer sentido” es un guiño a una frase de Homer J. Simpson

Como el Gamer no se había registrado en FRIV perdió la puntuación.

La señora mayor que sólo lee novela negra suele traernos galletas.

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