Se hallaba entre personas, pero la existencia de éstas no era más real de lo que había sido por la tarde, cuando caminaba por las calles. La gente pasaba y pasaba. Algunos lo rozaban, a veces la empujaban, y ni uno solo se había dado cuenta de que también ella era una persona, un ser vivo.
En este momento considero que mi vida se ha terminado y que ya no existo.
Hace años que bebo a escondidas, y bebo porque ya no podría vivir sin eso, porque soy incapaz de ser como ellos y porque, en el fondo, no me gustaría serlo.
Parecía ignorar que, a su alrededor, millones de personas vivían empujándose, dándose codazos, y en la calle lo rodeaba un halo de soledad.
Le entraron ganas de gritar para que se detuviesen, para que dejasen de ser felices.
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