El otro día vino una señora y me tendió el carné de la biblioteca.
-Vengo a traer esto.
No traía libros, ni revistas, ni películas, ni música ni nada de lo que las bibliotecas prestamos. Venía sólo con el carné, y ya lo traía en la mano en cuanto cruzó el umbral.
Pregunté por qué, aunque ya sabía la respuesta.
Hay gente que entra en la biblioteca y te enseña el carné como si fuera un pase VIP.
-¿Puedo entrar? Tengo carné de la biblioteca de Tal.
Cuando estoy chistoso respondo:
-Puede entrar y luego podrá salir.
O hay quien se detiene ante el mostrador y se pone a hurgar en el bolso o entre las múltiples tarjetas de la cartera.
-¿Puedo entrar? -rebuscan y te hablan sin mirar.- No encuentro el carné pero yo me lo hice hace ya algún tiempo en…
-¿Entrar? Pero si ya está dentro -digo entonces.
Dejan de buscar y me mira desafiantes. Y entonces les explico que pueden entrar, buscar el sitio más cómodo que les parezca y permanecer en él hasta la hora de cierre.
La señora me tendió el carné y dijo lo que yo ya sabía.
-Ha muerto.
Recibí el carné al modo japonés (con las dos manos). Musité una fingida sorpresa (no fue una sorpresa) y un tenue lamento de cortesía.
No conocía a la señora, ni al fallecido, pero un “lo siento” respetuoso cerró la conversación. Ella dio media vuelta y se fue (es de agradecer que no detallara la agonía del finado ante un desconocido). Y yo me quedé con el carné del usuario.
Ex usuario.
Nació en 1928. Y a lo largo de los 10 años que tuvo carné sacó una media de 10 ó 11 libros al año (uno por mes). Esto lo cuento a efectos estadísticos, que sé que les gusta.
Para LaJefa este sería un usuario poco útil. Se lleva pocos libros y no participa en las actividades. No como la señora T. Un día aparece LaJefa y dice “la señora T se está quedando ciega” y luego añade lo que para ella era lo verdaderamente alarmante: “¡La señora T se llevaba muchos libros!”
Que traducido quiere decir: las estadísticas de préstamo van a bajar porque la señora ciega no se va a llevar libros.
Quizás les sorprenda esta “mercantilización” que hace LaJefa de la gente; pero al igual que el Sr. Scrooge ella no tiene corazón, sino un formulario que debe rellenar.
Aunque el señor fallecido hubiera sacado un solo libro de la biblioteca en toda su vida, eso ya hubiese valido para la biblioteca.
Quizás se sacó el carné de biblioteca para, ahora que tenía más tiempo, dedicarse a la lectura. Quizás ese primer libro iba a ser el primero de muchos que pretendía leer. Quizás vino a buscar ese libro del que todos hablan y él no quería quedarse “offside” en la vida.
O quizás ese primer libro fue uno que había leído de joven… Quizás se lo prestó alguien muy querido o quizás lo leyó en el colegio y nunca lo ha olvidado.
Múltiples razones, múltiples posibilidades, múltiples vidas desplegadas en un instante. Universos paralelos imaginados.
Sacó ese primer libro y luego, unos cuantos más.
Y ahí estaba yo, con su ficha en la pantalla del ordenador y el carné de biblioteca en la mano. Y el cursor en eliminar registro.
Así de simple: eliminar registro.
(Hay que reconocerle al Serrucho cierta humanidad ya que la opción no era “eliminar persona”).
Pasé varios minutos así.
Por suerte mi compa hizo prestamos, devoluciones, renovaciones, un carné nuevo, mando callar a unos firulais, contestó varios mails que debería saber/poder contestar LaJefa por sí sola y estuvo pensando en sus cosas… Todo ello mientras yo estaba varado con el carné del señor fallecido en una mano y el cursor del ratón encima de “eliminar registro.”
En una sociedad impersonal y moderna la diferencia entre la vida y la muerte es un simple clic en una casilla de un registro.
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