viernes, 4 de marzo de 2022

Cuentos de la luna pálida

Cuentos de la luna pálida (Ugetsu monogatari; 1953) dirigida por Kenji Mizoguchi y basada en dos relatos de Akinari Ueda.
Kenji Mizoguchi llevaba dedicándose al cine desde finales de los años veinte. Pero no fue hasta que esta película fue premiada con el León de Plata en Venecia que "el mundo descubrió..." su cine.


Cuentos de la luna pálida parece uno de esos cuentos clásicos con moraleja: ¡Cuidado con desear poseer mucho, pues perderás más de lo que puedas ganar!

En unos tiempos convulsos, con una guerra acercándose, un pobre campesino, alfarero en su tiempo libre, logra unos beneficios vendiendo sus vasijas. 

Decide sacrificar tiempo y esfuerzo en fabricar más piezas de cerámica. Abandona la familia y pone a trabajar también al vecino y justo cuando las piezas están en el horno, llegan esas guerrillas de soldados que roban y rompen, violan y matan. Se juega la vida volviendo a su horno y dispuesto a recuperar lo invertido y ambicionando riquezas, carga familia y vasijas en una barca y cruzan un lago camino a la ciudad.

En el lago, con su bruma y sus tinieblas, reciben la última advertencia de un campesino moribundo que, al igual que ellos, intentó hacer negocio en la ciudad. Empeñado en lo suyo, nuestro protagonista deja esposa e hijo en la orilla y Cuentos de la luna pálida pasa a ser una historia de fantasmas...

Holis, soy Machiko Kyo, la de Rashomon, ¿se acuerdan?

La aparición de la princesa Wakasa entre la gente del mercado, con su forma de andar dando saltitos y su velo cubriéndola, ya nos hace sospechar. Pero al bueno del campesino Genjuro, no. Va hasta su casa para llevarle la compra y ante la insistencia de la criada yo ya sospecho que no podrá salir. Pero Genjuro, no. Él entra y fascinado y orgulloso que sus humildes vasijas estén entre tanto lujo y entre unas manos tan bellas, se obnubila y cae prendado.
Wakasa lo seduce con su baile y Genjuro queda ensoñado en esa otra realidad.

De mientras, el vecino campesino que quería ser samurái ha salido corriendo del mercado, ensoñado también, por el brillo y la gloria de la armadura de unos soldados. Le persigue su esposa desesperada y lo pierde. Y ambos se pierden...

Logrará, mediante una mentira que lo tomen por el ejecutor de un enemigo y ascendido a señor. Con su caballo, su cuadrilla de soldados y sus historias se detiene en un burdel donde, horrorizado, ve que su propia esposa es una de las mujeres que están allí.

De mientras, Genjuro vive en la ensoñación de un enamoramiento lleno de placeres. Hasta que un monje lo detiene y viendo la muerte que le ronda, le protegerá pintándole en el cuerpo oraciones protectoras. El espejismo se rompe. Wakasa es una alma en pena, la criada no existe y la gran casa está en ruinas. 

Abofeteado por la realidad, y robado por unos soldados, Genjuro vuelve a su hogar. Allí, con la más sencilla de las puestas en escenas hay mi momento favorito: Genjuro llega a su casa saqueada por los ladrones, ve rotas sus pocas pertenencias, le vemos dar la vuelta a la casa a través de las ventanas y cuando vuelve a entrar, su mujer está preparando la comida ante el fuego y su hijo duerme.
Que el niño no despierte ante los zarandeos y los gritos, debería hacerlo sospechar. Pero no será hasta el despertar del día siguiente que no vuelva a la realidad.

Vuelven también los vecinos. Más pobres, más humillados, pero teniéndose el uno al otro. Vuelve Genjuro a sus vasijas, porque en la vida hay que seguir aún sin ganas y sin fuerzas. Le trae la vecina algo para comer caliente y el niño toma el plato y lo lleva al túmulo donde está enterrada su madre.

Maldita sea, algo se me metió en el ojo y me hizo "yorar por rompedura de kokoro".


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