martes, 29 de junio de 2021

La educación sentimental



Creía que la felicidad merecida por sus dotes espirituales tardaba en llegar.

Entonces era costumbre vestirse con ropa vieja para el viaje.

Pensaba que tendría que dejarla muy pronto, irrevocablemente, sin haberle arrancado una palabra, sin dejarle ni siquiera un recuerdo.

Había tenido que robar la llave para procurarse libros.

Quizás era mejor ir directamente al grano, ¿declararle el amor? Así que escribió una carta de doce páginas, llena de efusiones líricas y de apostrofes; pero la rompió y no hizo nada, no intentó nada, inmovilizado por el miedo al fracaso.

Le parecía, sin embargo, que merecía que le quisieran.

Nada hay tan humillante como ver a los tontos triunfar en las empresas en que fracasamos.

La conciencia que él valía más que aquellos hombres atenuaba la fatiga que le producía mirarlos.

Él prefería todos los sufrimientos a la horrible situación de no volver a verla.

Considerándose como un hombre muerto, ya no hacía absolutamente nada.

Manifestó su resolución formal de vivir en París.
-¿Qué vas a hacer allí?
-¡Nada!
La señora Moreau, sorprendida de sus maneras, le preguntó qué quería ser.
-Ministro -replicó Frédéric.

Frédéric entonces se estremeció lleno de una tristeza glacial, como si hubiera visto enteros de miseria y desesperación.

Lo otros, por no aparentar que no entendía nada, hacían signos de aprobación y compraban.

Profundizando en la personalidad de los otros, olvidó la suya, lo cual es la única manera quizás de no sufrir.

-Soñé que usted estaba gravemente enferma, próxima a morir.
-¡Oh!, ni yo ni mi marido estamos nunca enfermos.
-Yo no soñé más que con usted -dijo él.

Pero lleno de deseos contradictorios y sin siquiera saber lo que quería, sentía una tristeza desmesurada, ganas de morir.

Nos refugiamos en la mediocridad cuando desesperamos de alcanzar lo bello que hemos soñado.

Hasta las personas más formales, a veces, tienen faltas.

No somos tan tontos como para dejarnos matar por la causa de los burgueses.

Pasaron años; y seguía soportando la ociosidad de su inteligencia y la inercia de su corazón.




La educación sentimental
Gustave Flaubert

Esta lectura formaba parte del Reto Lector: Efemérides 2021


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