domingo, 19 de noviembre de 2017

La pelea diaria (por el diario)

La rutina es la siguiente: Suenan las campanas de la iglesia. Abro las puertas de la biblioteca y me echo a un lado porque no quiero morir arrollado. Dos jubilados pugnan a codazos por ser el primero en entrar.
El tipo 1 es un señor larguirucho de aspecto hosco, de esa generación que en pleno verano llevan camiseta debajo la camisa. Su mayor logro del día es entrar el primero a la biblioteca.
Su táctica es la siguiente:
Se dirige hacia la zona de prensa. Agarra el periódico (es uno y siempre es el mismo, pero omito la cabecera porque eso es algo irrelevante). Con el periódico bajo el brazo, sube al piso superior, por las escaleras.
Si es el primero en subir, que suele serlo, esconde el periódico doblado en el estante de la Colección Local. Lo esconde en el espacio que queda entre los libros y la pared.
Si alguien ha subido antes que él, deambula por la sala disimulando hasta que sin despertar sospechas se acerca al estante de la Colección Local y esconde el periódico. Entonces, va al baño.
Sale, más relajado, unos minutos después. Recoge el periódico y busca una mesa vacía. A esas horas, suele encontrarla. Despliega el periódico sobre la mesa por la página de la programación de televisión. Se saca un papelito doblado y un bolígrafo del bolsillo de la camisa y anota lo que dan en televisión. (Que anota lo que dan en la televisión es una suposición mía, ya que no he llegado a leer lo que escribe. Pero, en la página de la programación de la televisión del periódico no hay mucho más que apuntar, ¿no?). Luego se guarda el papelito y el bolígrafo. Pliega el periódico y lo devuelve a su sitio, la zona de prensa de la planta baja de la biblioteca. Luego sale por la puerta.

El tipo 2 es un señor con gorra (la visera sobre los ojos, no confundir con otro habitual de la biblioteca: el abuelo Swag, que lleva la gorra al revés), mochila al hombro -sólo en uno-, bastón de caminatas y auriculares en las orejas. Su mayor logro del día es entrar el primero a la biblioteca.
Su táctica es la siguiente:
Se dirige hacia la zona de prensa. Agarra “El mundo deportivo” y otro periódico (¡Exacto, el favorito del tipo 1!), se sienta en una silla cualquiera y despliega el “El mundo deportivo” en la mesa, escondiendo debajo el otro periódico.
Por sus auriculares toda la planta baja oye la tertúlia de la radio que está escuchando. Si alguien se le acerca y le habla, finge no verlo al no oírlo (es una técnica que nunca he llegado a entender, pero a él suele funcionarle ya que finge una concentración extrema en la lectura). Si se le pregunta por el periódico que esconde, ignora a su interlocutor y en caso de verse arrinconado chilla un ¿QUEEÉ?, por encima de los gritos de la tertulia radiofónica que escucha a todo volúmen, provocando miradas asesinas del resto de parroquianos de la sala.


La escalada de la guerra fría fue así:
Como el tipo 2 escondía el periódico, el tipo 1 empezó a llegar cada día más temprano y así poder ser el primero en leerlo. Acabó, claro está, por llegar antes de abrir y plantarse en la puerta de la biblioteca como un vigilante.
Como llegaba cada vez más temprano, lo primero que debía hacer cuando abría la biblioteca era, tras agarrar el periódico, ir al baño.
Entonces el tipo 2 aprovechaba eso minutos de alivio urinario, para “robarle” el periódico al tipo 1 y esconderlo bajo “El mundo deportivo”. El tipo 1 pasaba toda la mañana deambulando por las salas buscando SU periódico, mientras el tipo 2 demoraba su lectura de “El mundo deportivo”, que ocultaba el periódico de la polémica, de la primera página a la última, en una concentración tal que ni las visitas escolares, ni el simulacro de incendio le afectaron nunca.
El tipo 1 sabía que SU periódico lo tenía el tipo 2, pero como no lo pillaba “robándoselo” sólo podía preguntarle educadamente si lo había visto. El tipo 2 lo ignoraba porque no le oía (y al no oírlo no lo veía y para él era como si tipo 1 no exisitiese).

Y así llegamos al estado actual de nuestra particular guerra fría diaria.
El tipo 1 esconde el periódico antes de ir al baño para que el tipo 2, siempre al acecho, no se lo robe. Y para asegurarse ser el primero, el tipo 1 llega antes de abrir la biblioteca y hace guardia, caminando de un lado a otro delante de la puerta, impidiendo que nadie le arrebate su posición.



A estas alturas ya habrán visto ustedes que, en realidad, todo esto es una chiquillada bastante absurda propia de gente para la cual su rutina es su vida y cuyas ganas de amargarle un poco la vida a un semejante les hacen disfrutar y sentirse superiores.
Como es algo banal y absurdo, se convirtió en tema de un acalorado debate en una reunión de coordinación del personal de la biblioteca.
LaJefa propuso, tras pasar todo el fin de semana sin poder pegar ojo por este gravísimo tema -dijo-, resolverlo comprando dos ejemplares del mismo periódico.
Como todas mis compas tienen hermanos o hermanas, le dijeron que lo propio era aprender a compartir las cosas.
Yo que soy hijo único, porque viendo el resultado mis padres optaron por no tener más hijos, apostillé con mi irreverencia habitual:
- Entonces, si un día aparca aquí un autobús de 50 abuelos falangistas y todos quieren leer el “Arriba”, ¿deberíamos comprar 50 ejemplares?   
LaJefa quiso pararme los pies con una obviedad:
- El “Arriba” ya no se publica -dijo creyendo ganada la partida.
- Peor me lo pones -dije yo-, tendremos a 50 abuelos falangistas pidiendo un periódico que ya no se publica.

Si alguno se preguntan a qué viene lo de “los falangistas” es porque he empezado a ver la serie de televisión “Cuéntame cómo pasó” desde el episodio 1. Sepan disculpar.

Como buena reunión de coordinación al final no se acordó nada concreto y pasamos a otra tema que nos llevó media hora más de inoperante reunión: el color de la faja de “novedades” en las novelas.


Advertencia final: puede que alguien alejado del mundo de las bibliotecas crea haber dado con la solución a la pelea de ancianos, que sería informar al tipo 1 que la programación de la televisión la puede ver en el teletexto de su televisión…
Semejante estupidez sólo se le puede ocurrir a alguien ajeno al mundo de las bibliotecas porque: ¿no ves que si deja de venir CADA DÍA bajará la estadística de visitantes?
Y la estadística lo es todo.

._.

Nota del autor:
Esta historia la escribí hace tiempo (ahora ya voy por la temporada 10 de “Cuéntame cómo pasó”) y como otras tantas quedó aparcada en “Mis documentos”. Pero hace unos días, @GraceCoris, por Twitter, me hizo una observación sobre los abuelos que “hiperventilan para llegar los primeros a ‘su’ periódico”, así que pensé en rescatarla (a la historia, no a ella).

Por cierto, el color de la faja de “Novedades” acabó siendo verde porque nos sobraban muchas hojas verdes de un taller que tuvo poco público. Por desgracia, aún tenemos pendiente decidir de qué color será la letra de la palabra “Novedades”.

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