viernes, 14 de abril de 2017

¡Viva la siesta!

A las 12:55 aparecen dos guiris en el mostrador de la biblioteca. Lucen el sombrero panamá, la camisa colorida y mal abrochada, los pantalones cortos con rastros de haberse sentado en algún sitio pegajoso y húmedo y, claro está, las chanclas con calcetines. Amén de la botella de agua bajo el sobaco, un riñonera fucsia y las gafas de sol que no se quitan ni dentro del edificio.
Piden print.
Como su inglés es comprensible, es evidente que NO son ingleses.
La compañera, que tampoco es inglesa, les cuenta en inglés de autoaprendizaje, que la biblioteca va a cerrar en apenas unos minutos, pero que a las “four o’clock” abrimos de nuevo.
El guiri se gira hacia su compañera y dice (en español)
- Siesta.


El lenguaje no verbal es el más interesante de escuchar, pero tampoco nos han enseñado a leerlo. A menudo las palabras confunden o nos engañan. Y luego está la interpretación que hacemos del mensaje recibido, que siempre es subjetiva.


Yo interpreté que el tono al pronunciar “siesta”, la posición de la comisura de los labios, el leve gesto con la mano abarcando hacia nosotros, venían a confirmar un prejuicio: básicamente que somos unos vagos en el trabajo.

O quizás ese caballero de atuendo ridículo sólo pretendía expresarse con el pack básico de comunicación en “español para turista”: fiesta, playa, paella, caliente, gracias y, siesta.


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